Nuestro nunca indiferente Woody Allen decía “¿Es sucio el sexo? Solo cuando se hace bien”.
Y es que el sexo limpio y aséptico, ¡no es sexo!, los fluidos, olores forman parte de él y querer otra cosa es no querer sexo, es…¡querer otra cosa!
Pues bueno con la palabreja inglesa squirting, ¡ mira que nos gusta el inglés!, y aunque no tengamos ni idea manejamos términos que primero tuvimos que ir al diccionario, con la pereza que nos da, para saber qué significaban, pues bien, con dicha palabra hablamos del controvertido y deseado chorrito que algunas mujeres expulsan cuando llegan al orgasmo. Si, se ha puesto de moda. Las productoras de películas porno nos dan buena cuenta de ello, nos muestran chicas “eyaculando” de forma exagerada, eso sí. Y parece que esto queda registrado como el reconocimiento al buen hacer del amante. ¡Madre mía, qué angustia si una no eyacula! ¿Lo habré hecho mal?, se preguntan ellos; ¿ahí tendré alguna tara? Se preguntan ellas.
En fin, que como siempre en vez de disfrutar… ¡a conseguir esto o aquello!, con lo maravilloso que es el sexo imperfecto, donde jamás se sabe qué va a pasar y cómo vamos a acabar, donde a veces comemos el primer plato, el segundo y el postre y otras pasamos al aquí te pillo, aquí te mato y directos al postre. Marcados por el consumismo del capitalismo lo que importa es producir, cuantos más orgasmos mejor, la calidad es algo secundario. Y ya si nuestro orgasmo produce, no solo placer, sino liquiditos… ¡pues mejor aún!
Y nos preguntamos ¿Por qué es tan guay este orgasmo mojado? ¿Porque se parece al del hombre? ¿Y lo del hombre siempre es mejor? ¿Porque no es un orgasmo de clítoris y se ha necesitado del pene para provocarlo?.
Bueno, lo cierto es que todas tenemos glándulas Skene, o glándulas vestibulares menores, que se sitúan una a cada lado de la entrada vaginal, y que son las encargadas de producir y expulsar el tan deseado liquidito. En unas mujeres pasaría desapercibido lo que expulsan y en otras…lo contrario y es que depende del tamaño de dichas glándulas, cuanto más grandes sean éstas, más líquido almacenan durante la excitación, y más líquido expulsan al llegar al orgasmo.
Si se estimula el punto G es fácil que podáis “eyacular”. Pero recordar siempre que el órgano sexual por excelencia es la piel, y piel tenéis por todo vuestro cuerpo, así que buscar también el punto A, el B, el C…. todo el abecedario está en vosotras. ¡Animaros a descubrirlo!
El punto G no es difícil de encontrar. Sólo tenéis que poner el dedo en el interior de la vagina, empujar hacia arriba. ¡Ahí está! ¿Sentís la rugosidad? Presionad suavemente pero con firmeza a su alrededor y moved hacia vosotros, como si estuvieseis invitando a alguien a acercarse. Encontrad nuestro Punto G, y podréis gozar con verdaderas fuentes de jugos eróticos.
¡Pongámoslo en práctica! Eso sí, con una toalla a mano por si lo conseguimos… y si no, disfrutemos de nuestro orgasmo, disfrutemos de nuestra sexualidad.