Una de las zonas erógenas por excelencia es el pecho. A nosotras nos gusta que nos los acaricien, nos los estrujen y chupeteen y a ellos… ¡les encanta así mismo hacerlo!
La mayoría de los chicos prefieren los pechos grandes, lo cual no significa que los pequeñitos, “de bocado” no sean igualmente apetecibles.
A ellos les seduce y nosotras con escote o marcando o insinuando intentamos seducirles. ¡Incluso nos operamos!
En definitiva… los pechos atraen de la misma forma y por distintas razones tanto a hombres como a mujeres.
¿Pero por qué?
En primer lugar, los pechos se relacionan con la supervivencia, son la primera fuente de alimento para todos, niños o niñas, ambos tomamos pecho de nuestra madre (algunos biberón, pero cogidos en brazos pegados al pecho). Con este simple y maravilloso acto, la lactancia, el pecho se convierte en vida y supervivencia, porque nos alimenta y nos “pasan defensas” y en seguridad a través del amor y el calor, para amamantar se nos abraza y se crea un vínculo especial con la madre.
En segundo lugar, filogenéticamente hablando los pechos grandes eran sinónimo de posibilidad de crianza, con lo cual se garantizaba la supervivencia de los vástagos y por lo tanto de la herencia genética. Y se relacionan con una mujer reproductiva. Por supuesto, hoy en día, esa creencia pese a que se mantiene no tiene tanta fuerza.
Y además que sepáis que la succión del pecho hace que se segregue oxitocina, “hormona del amor”, que interviene en las contracciones que hacen que el cuello del útero se dilate para que salga el bebé y también hace que se cree el vínculo no solo de bebé a madre sino también el vínculo de pareja.
El chupeteo del pecho de la pareja nos lleva inexorablemente a épocas pasadas, nos devuelve a nuestra más tierna infancia, a esa época de vinculación con nuestra madre donde nos sentíamos queridos y protegidos. ¿Pecho grande sinónimo de mayor maternaje o protección?