La inseguridad en nosotros mismos, la baja autoestima como solemos decir, juega un papel muy importante en lo que hacemos, en lo que sentimos, en lo que somos y en definitiva… en lo que llegamos a aceptar o tolerar por parte de  los demás.

Sin darnos cuenta podemos acabar siendo víctimas de nosotros mismos y por supuesto, de los otros.

El chantajista emocional, aquel manipulador nato, que sabe darle la vuelta a todo, que te aturulla con su argumentación, que conoce tu necesidad de amor y aprobación, sabe, tenlo seguro tus puntos flacos, sabrá con qué amenazarte.

El primer día que aceptes un chantaje habrás firmado tu “condena”, se hará más fuerte, mientras tu te debilitas. Mientras él gana en la relación de poder tú pierdes terreno. Se dará cuenta de lo importante que es para ti y sabrá de tu miedo  a perderle, si ese día llega estarás perdido, los chantajes no cesarán. Cada día te exigirá más y tú accederás. Porque pobre de ti, ser tan poco digno de ser amado, que es así como te sientes, ¡para una persona que encuentras que te quiere!, ¡que eso es lo que ni siquiera te crees!, ¿Cómo vas a dejar que se vaya?

¡Pues es lo mejor que puede pasarte!, ¡que se  vaya, que no vuelva! “Al enemigo puente de plata” dice el refrán, pues a este enemigo… ¡de oro, si hace falta!

Solo existe una forma de actuar ante este tipo de personajes, no aceptar su chantaje, armarse de valor y plantarse. “si vas a ese sitio te dejo”, “si haces esto yo haré también esto otro”. etc., etc.

¡Atrévete! haz lo que desees, vete con y quien tu quieras a donde desees, piensa según tú sientas, equivocado o no, decide tú. Siempre habrá tiempo de corregir, atrévete a  equivocarte y a acertar, atrévete a seguir tu propio criterio. Sé tú. No cedas al miedo, supérate, siempre se está a tiempo de plantarse ante el chantaje. Fortalécete, empoderate. Seguro que hay alguien que sabrá verte, ¡tú mismo!