Je, je,… nosotras ni locas, ¡mira que son feos! E inteligentes,… ni idea, listillos,… desde luego.

Pero… hay personas, chicas, sobre todo, que eso del poder las va, las pone (y olvidaros del laísmo y pensar en el machismo de la Real Academia) . Hemos titulado con un presidente, pero, sustituirlo por el jefe, cosa que es más fácil que suceda, por el profe,… por alguien que en la jerarquía del poder esté por encima de ti, y… ¿entonces qué?, ¿te identificas? Y si lo haces te preguntas ¿a qué atiende tal predilección?

El poder nos da seguridad, real o no, eso es otra cosa, y de esta manera liarnos con alguien que sí lo tiene, por un lado nos hace sentirnos protegidas y por otro y de forma simbólica también lo adquirimos al liarnos con esa gente “poderosa”.

Y ¿podríamos decir lo mismo para esos gustos que tenemos las chicas? Sí, esos gustos que nos hacen elegir chicos más altos, fuertes, de edad superior a la nuestra… Pues, sí, siempre es un intento de protección, de arrope. ¿Tan débiles nos creemos?

Pero si analizáramos un poco las cosas nos daríamos cuenta que nuestras sus expectativas no tienen nada que ver con lo que elegimos. Es como cuando elegimos a alguien porque tiene dinero, parece que ya no nos va a faltar nada en la vida, pero… ¿es así? A lo mejor dinero no nos falta pero… ¿y si nos sobra su desprecio, su malquerer, u “otros defectillos sin importancia”? ¿Por qué somos tan conformistas? o ¿Por qué nos conformamos con tan poco? Sí, con tan poco. Preguntároslo, por favor, ¡ser más selectivas! Y sí, podrá ser presidente, o rico, o guapísimo, pero ¿qué más es? ¿Es esa su única virtud? Si la respuesta es sí, sal corriendo.

Y chicos, vosotros tampoco os libráis ¿Qué os pasa con las rubias?, ¿con las chicas de tetas grandes?… Preferís que sean más bajitas que vosotros, más delgadas que vosotros, más jóvenes,.. ¿Qué andáis buscando? ¿Es este un señalizador de éxito? ¡Mira que tía he conseguido!,… ¿y en que nos convierte eso a nosotras? ¡En trofeos! ¿Y a vosotros? ¡ En cazadores! Pero,… si parecemos trogloditas.

¡Ay madre! ¡Qué poco hemos cambiado!