En la era de la comunicación, donde ya no hay fronteras para hablar con quién queremos, estemos donde estemos. En la era donde tenemos tarifas planas y podemos hablar el tiempo que queramos sin temer la factura, donde hacemos videollamadas, mandamos una foto al momento del momento, la era donde podemos hablar e interaccionar en un grupo,… pues es aquí, y no en otras épocas, es donde el ser humano se siente más solo que nunca. ¡Con tanta tecnología y cada día nos comunicamos peor!
Pero es que la hipercomunicación nos llena de vacío existencial. “Mucho ruido y pocas nueces”.
Ya no distinguimos las noticias que son reales, de las que no lo son,…la ambigüedad está presente.
Muchos y muchas pacientes en Albora Bide nos comentan que quedan con citas y dan sexo para sentirse acompañados. Citas a las que de no sentir ese vacío existencial no hubiesen acordado.
Otros muchos nos comentan que salen con amigas que no son de su agrado para poder salir de casa y poder hacer vida social.
Es decir, coincidimos con otras personas que de sentirnos plenos nunca hubiésemos coincidido.
Mantenemos relaciones que no nos llenan porque la alternativa nos da pavor: la soledad.
¿Podríamos hablar de que existe una nueva enfermedad, la soledad?
Ya por todos es sabido que las personas que se sienten, porque es un sentimiento, solas, generan más cortisol, es decir, esta hormona del estrés, eleva sus niveles en sangre, disminuye la inmunidad e incluso se ve dificultada la circulación de la sangre, también hace que la persona se retraiga ya que cuando el sentimiento de soledad se hace crónico estas personas se resignan y ya no tratan de buscar la relación social.
Se comenta incluso que en las ciudades es donde las personas se sienten más solas, quizás esa necesidad de anonimato, de sentirnos libres,…también se transforma en algunos en sentirse solos, en la ciudad seres desconocidos se cruzan con otros desconocidos, con cascos en las orejas, escuchando música, podcast o corriendo porque siempre vamos tarde, la exigencia cada día es mayor y… no llegamos. Pasamos entre personas sin prestarles demasiada atención, cada cual “a lo suyo”, evitando el ruido que se genera dentro de unx mismx cuando nos sentimos mal, o incluso evitando, adelantándonos a sentirnos mal, distrayéndonos de nuestros pensamientos, mandando callar “a la loca del desván”, como decía Santa Teresa, porque nuestra cabeza nos machaca. Y no la queremos escuchar. Mejor escuchamos a otrxs con nuestros cascos.
Y cuando llegamos a nuestras casas, donde con suerte, hay otros seres humanos a los que queremos, tenemos cariño, o nos quieren, entonces, lejos de acercarnos, abrazarnos sin rutina, hablar…nos tiramos al sofá…y ponemos Netflix.
La soledad genera muchos problemas que se suman a éste, el alcoholismo es uno de ellos, el gasto compulsivo, desde nuestro mismo teléfono se ha hecho habitual entre las personas de lo que denominamos el primer mundo, ese mundo que otros sueñan con llegar a él. Este mundo donde la tasa de suicidios aumenta de forma significativa.
Ya la soledad no es patrimonio de las personas mayores, se ha hecho universal.