La pandemia nos ha obligado a muuuchas cosas, nos ha parado en seco, nos ha cambiado la economía, en la gran mayoría a peor, la soledad, tan temida y evitada siempre, la hemos toreado cada cual como ha podido. El tiempo, siempre tan escaso en nuestros tiempos y tan deseado, en estos momentos y sobre todo en aquellos, en el confinamiento, nos fue regalado y en ese regalo agridulce disfrutamos, lloramos, y con suerte…nos encontramos a nosotros mismos.
En estos tiempos de pensar, en estos tiempos de parada obligatoria, en estos tiempos de incertidumbre económica, social y miedo a la enfermedad y a la temida muerte, ya sea nuestra o de familiares, algunas personas nos hemos planteado cómo la inconsciencia dominaba nuestra forma de vivir y cómo ahora queremos tomar más el control, tomar un objetivo más humano, ¡hasta para nosotros mismos!
Algunos afortunados se han reencontrado con la familia, con la pareja, con sus hijos, a veces, esos padres, madres ausentes hemos tenido la oportunidad de volver a ejercer por fin en esa profesión no remunerada que elegimos hace ya tiempo: ser padres y madres, volver “a ver” a nuestra pareja, esa persona con la que llevamos mucho o poco tiempo viviendo y a la cual cada día conocíamos menos por el ritmo frenético de la vida inconsciente.
Y esto ha sido así más o menos para todos, pero hay otros todos donde la pandemia en muchos aspectos ha pegado más fuerte, los ancianos enfrentándose a la muerte y a la soledad más extrema, las personas con patologías añadidas que se enfrentaban al miedo constante al contagio, los niños privados de la relación con otros niños, sin poder correr, saltar, gritar…y los solteros, muchos de ellos viviendo solos en sus casas, con los amigos y sus “rollitos” o parejas en otro municipio, en otra provincia,…y encima éste es un momento difícil para poder tener citas.
Los solteros terminaron el primer confinamiento viendo la luz al fondo del túnel, pero hemos llegado al año del inicio de esta crisis sanitaria y la luz se ha apagado ya tantas veces, que ahora solo vemos el túnel. El estado de ánimo ha caído. Tenemos personas que han acudido a Albora Bide por un grado de ansiedad insostenible, y muchos otros con depresión. Las adicciones sexuales al ciber sexo han aumentado geométricamente, no solo la gente ha gastado más en compras online, Amazon ya sabemos que se ha forrado, el consumo es el consumo y la angustia la transformamos muchas veces así, en la adicción.
Para no vivir la angustia nos anestesiamos torpemente con el móvil y este da para mucho, podemos comprar, podemos pasarnos el día chateando, hablando por teléfono y cómo no consumiendo sexo fácil, haciendo difícil el amor, porque como ya decíamos en otro post “cuanto más fácil es el sexo…más difícil es el amor”. Tiempos difíciles para conocer gente, tiempos en los que o ligas con tu vecina o vecino del portal o…¡estás vendido!
El contacto se echa de menos, la familia a veces es imposible, lo humano se diluye y aparece cada vez más la individualidad, el abrazo es un sueño, el beso un deseo perdido, el otro a veces aparece como el enemigo que me puede contagiar. Y a todo esto yo solo conmigo mismo. ¿Dónde y cuándo volverán los tiempos de encontrarnos y abrazarnos? ¿Cuándo poder ligar una tarde, noche y pasar la noche abrazados “con un extraño” que empieza a no serlo tanto? Las redes sociales de citas echan fuego, no chispas, pero…a veces el miedo o la imposibilidad de los confinamientos hace que no se transformen en citas presenciales, digámoslo así ya que la palabra se ha hecho moda, presencial, ahora mismo coge un carácter casi divino. El aislamiento y la soledad en los solteros cada día es más difícil de llevar, muchos incluso trabajan on line, ni siquiera se relacionan en el trabajo. El gimnasio, donde también nos relacionábamos…es mínimamente usado. El desánimo, el aislamiento y la soledad que de todo esto se deriva nos hacen llegar a muchos pacientes a la consulta.
El deseo de conocer a alguien, de cancanear, de ligar e incluso amar, sigue vivo pero se ve lejos y esto deprime.
Esperemos un verano mejor y que la luz al final del túnel esté tan cerca que nos dé calor.