Lo que en un primer momento puede hacernos pensar “me apunto a esto de la excitación permanente, mejor esto que no sentir excitación cuando me tocan,… y ya veré yo cuándo puedo disfrutar”, no es tan fácil, ya que la parte final de la frasecita que podemos llegar a pensar no es real. ¡La persona que sufre y padece este trastorno no elige el cuándo!
La respuesta de excitación genital es desajustada, desmesurada e involuntaria y encima no ocurre porque se esté teniendo una relación sexual, no está vinculada esta excitación a ningún escenario erótico, es decir, te puede pasar estando comprando el pan si de repente te has rozado sin querer, en el gym si al hacer bici hay la presión sobre los genitales… y para ayudar a resolver, o a impedir que suceda hay que tratar de ver, encontrar cuál es el estímulo en cada caso que desencadena esta respuesta desproporcionada y nada conveniente dada la situación.
Este problema puede hacer que tengas orgasmos continuados, con lo que la sensación de pérdida de control es total, estás a merced de tu cuerpo que reacciona de forma aleatoria sin necesidad de estímulo erótico. En la persona va creciendo una total incomprensión de la situación, aparece la ansiedad, la vergüenza, el miedo social, ¡imaginaos la situación para la persona!… porque el control sobre tu cuerpo no existe y la desconfianza con respecto a ti misma va en aumento, no te puedes fiar de tu cuerpo, “tu saber estar” ha desaparecido. El orgasmo puede aparecer en cualquier momento, de forma irremediable y …desde luego, no ser nada oportuno.
En hombres aún no se conocen casos, solo se han diagnosticado en mujeres, pero, ¿esto significa que en ellos no pueda ser? No se conocen casos, esta es la verdad, pero puede ser que ellos no han ido a ver qué les pasaba por vergüenza, o vete a saber qué. No se sabe.
Bueno pues si os ocurre ir al especialista, no corráis un estúpido velo y sufráis en silencio.