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Esto va de sexo

El despecho tras la ruptura

 

Aunque siempre que empezamos una relación de pareja pensamos que esta vez sí, que está es la definitiva, que  más afines no podemos ser, que ahora si hemos elegido bien, etc, etc,… en fin, pues ya sabéis la de cosas que nos decimos, ¡qué os vamos a contar que no sepáis!, la historia nos demuestra y nos muestra que en la gran mayoría de los casos no es así.

Y derivado del hecho incuestionable de que ciertamente no es así, a lo largo de nuestras vidas tendremos que enfrentarnos a algunas rupturas de pareja no previstas “en nuestro calendario sentimental”.

Y las rupturas siempre son dolorosas, y aunque parezca mentira, lo son tanto para el abandonado como para el que abandona. Somos miedosos por naturaleza y los cambios… no los llevamos nada bien, aunque sean para mejor.

En nuestras cabezas está la idea de que separarse es fracasar, nadie piensa que separarse de una relación que ya no funciona y da igual por qué razones ya no funcione, es crecer. La pareja ha de ayudarnos a sacar lo mejor de nosotros mismos y si no es así… no puede ser, por mucho que nos demos cabezazos contra la pared. Y estas rupturas generan, cómo no, dolor y a veces se convierten en  duras  experiencias si retozamos o nos abandonamos a  ese dolor y no miramos hacia el futuro, aunque cueste hacerlo. Lo vemos diariamente en la consulta, en Albora Bide.

Y hay veces que estas personas abandonadas generan un sentimiento que es súper dañino para ellas mismas, el de despecho, la tristeza, la apatía, la  frustración, la impotencia , la culpa y el rencor se apoderan en más a o menos medida de nuestros sentimientos y de nuestro yo, y la depresión es terreno abonado en ellas.

El despecho es otro sentimiento, prácticamente inevitable, cuya duración e intensidad puede variar dependiendo de lo que la persona ponía en esa relación,  de las expectativas que tenía, del vínculo con esa persona y de cómo se vive la ruptura y los motivos de ésta.

Y como todo en esta vida, al principio las emociones dominan y nos arrastran, luego, poco a poco vamos generando defensas y el dolor va  amainando.

El despecho es como una herida abierta que ha supurado y poco a poco se ha de curar y de cicatrizar. Y empieza el duelo y con él sus fases, y solo cuando se llega a la fase de la indiferencia con respecto a la ex pareja somos capaces de desprendernos de este sentimiento tan dañino para nosotros mismos. Y poco a poco vamos encontrando nuestra nueva vida y vamos sumando alegrías e ilusiones y, en definitiva, una nueva forma de vivir, ni mejor, ni peor, diferente.

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Por Lurdes Lavado y Mertxe Gil

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