Ayer leía la noticia de que un padre, porque encima era el padre, la persona que tenía que velar por su seguridad, la que había violado de sus 4 hijas durante una década (de 2001 a 2014).

¿Sabíais que cuanto más cercano en parentesco sea la persona agresora más trauma generara en la víctima? Pues imaginaos…no puede ser más cercano ¡el padre!

La sentencia se dictaba en Quilmes, tras haber sido capturado en Paraguay, a donde había huido tras conocer que le habían puesto una denuncia.

El elemento, llamado Ricardo Gonzalez, empezó a abusar de sus hijas, cuando una de las hijas tenía 12 años, y parece que le gustó la experiencia y se lanzó con la de 10 años. ¡Se le tenía que haber engangrenado al pedazo cabrón este!

Son 35 años de prisión pero para las víctimas su condena no acabará nunca, ¿de quién se van a fiar de aquí en adelante, si el vínculo más sagrado, si la persona que las tenía que proteger es el que las ha maltratado?

¿Y las consecuencias a nivel afectivo-sexual que van a quedar de este acto repetido año tras año? No hay castigo suficiente, el violar atenta contra todos los derechos humanos, pero el que el hecho se produzca de una manera repetitiva…eleva el trauma y la vivencia de indefensión a la enésima potencia.

Desde Albora Bide nos unimos a todas aquellas víctimas de agresiones sexuales que  tanto lo hayan denunciado como si no. Porque sabemos que a veces lo viven en silencio entre la culpa y la vergüenza. ¡Encima eso…!