Años atrás esto era impensable y si lo pensábamos era vergonzoso, “¿Qué tendrá para no haberse casado?”, “Tiene que ser más raro que un perro verde”…
A la soltería solo se llegaba así, siendo soltero, es decir, no habiéndote casado nunca o incluso no habiendo tenido pareja nunca o no habiendo sido esta pareja muy larga en el timpo.
Pero nuestro país evolucionó como mandaban los cánones en toda Europa y el divorcio llegó de la mano de Fernández Ordoñez, a primeros de los ochenta, que puso al alcance de nuestras manos “La Ley del Divorcio” y desde ese momento muchas parejas dejaron de “aguantarse” y se sumaron solteros a los solteros ya de vocación, entrenados en dicha soltería.
Y qué decir tiene de los se quedan solteros de forma obligada, los viudos o viudas que cuando superan el duelo también se unen en la soltería, como es normal que ocurra, porque todos sabemos ya a estas edades, que la vida sigue de forma inexorable y que nada o…nada podemos hacer ya sino seguir viviendo.
Y si en un primer momento los nuevos solteros, llegados a esa soltería después de no haberlo sido, eran pocos … hoy en día ya somos muchos los que deambulamos por las calles encontrándonos o desencontrándonos una y otra vez con otros solteros.
La soltería tiene muchas ventajas y muchos inconvenientes, al igual que tiene el matrimonio. Todavía han de cambiar muchas mentalidades recalcitrantes que lo ven con malos ojos y todavía también tienen que cambiar muchas situaciones, como reservas en hoteles,…poco a poco vamos haciendo camino, porque Machado ya lo dijo “Caminante no hay camino , se hace camino al andar” y eso es lo que vamos haciendo, una sociedad más heterogénea, más plural, más diversificada…y quizás por qué no, más tolerante con la diferencia.
Sobrevivir al divorcio cuesta, cuesta dinero, cuestan amigos, cuestan habladurías del que nunca ha estado y cree que nunca va a estar en esa situación, ¡qué inocente!, pero sobre todo cuesta energía, energía necesaria para comenzar una nueva etapa del camino, camino lleno de incertidumbre y donde la rutina no tiene lugar. Donde hay que “llenar” el día, y la noche, donde hay que “buscarse la vida”. Donde a veces los sentimientos de soledad te abruman y no puedes quedarte en casa con la mantita leyendo un buen libro, porque necesitas de otro yo, que te acompañe unas horas. Que te haga sentir una isla con puentes, aunque estos sean levadizos.
Luego también tiene sus ventajas, tienes una nueva oportunidad para encontrarte a ti mismo, para decidir qué ver en la tele, qué comer, cuándo y dónde, tus decisiones serán tuyas, tus errores también, tus destinos vacacionales, tus amistades…todo lo decidirás tú, te empoderarás de tu vida y serás el único responsable de lo que hagas con ella, así que decide bien. Eres libre. Ejerce de ello con responsabilidad y alegría.