Ya os hemos hablado del sexting en otro momento, pero es que sigue siendo de una actualidad pasmosa. O hemos perdido el miedo o nos hemos convertido en unos inconscientes de la pera.
El sexting, para los no tan inconscientes y que desconozcan dicho término, consiste en el envió de fotos, videos… de tipo sexual, que la misma persona que las manda es la que se las ha hecho ¡en primer lugar, claro, de ahí la inconsciencia!
Es decir, te sacas videos o fotos en ropa interior, semidesnudo, desnudo…de alguna parte “interesante” de tu cuerpo…y se la mandas al amante que en estos momentos de tu vida ocupa tu corazón, ¡digo tu cama!¡ Ay que me equivoco todo el rato! Quería decir que ocupa…¡jope, pues mira que no sé qué decir qué ocupa! ¿tu pantalla de móvil, de ordenador , alguna fantasía ciber-erótica,…? Porque más …¡seguro que no!
Y a partir de este gesto tan…pongámosle el término que cada uno considere, puede pasar de todo: el destinatario decidirá lo que hará con dicho contenido, si disfrutarlo en su más absoluta intimidad, compartirlo con amigos y amigas para que vean la nueva adquisición,… ¡publicarlo en la red!….las variables que se me ocurren son muchas y no muy deseables, la verdad.
¿Por qué seguimos haciéndolo? es la pregunta. Si todos hemos oído mogollón de historias que han pasado, y siguen pasando con estos contenidos que enviamos. Y que según pulsamos intro perdemos el control sobre ellos.
Y si lo hacemos los adultos, pues mira…ya somos mayorcitos para asumir los riesgos que corremos, pero si lo hacen nuestros hijos… las consecuencias…
¿Cómo nos recordarán las personas que lleguen después? ¿Será acaso este el siglo del mercadeo del cuerpo? Hemos perdido el norte hace ya tiempo, pero lo preocupante es que no tratamos de recuperarlo.
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