Buscando, buscando, para ver que os contábamos hoy, mirad lo que hemos encontrado: parece ser que en el siglo XIX en la época victoriana, los médicos, psiquiatras, empezaron a usar vibradores como práctica terapéutica habitual para el tratamiento de la histeria. Cosa curiosísima, ya que la época de la reina Victoria, es bastante represora en cuanto al sexo se refiere y el placer en la mujer se veía fatal e incluso escandaloso. Y sí, algunas son escandalosas, también ahora, y qué guay, porque, ¿conocéis algo más excitante que oír y/o ver, al otro excitado?
¿Y por qué pensarían eso los psiquiatras de la época? La histeria se consideraba una enfermedad, y una enfermedad propia de la mujer donde los síntomas son teatralidad, temblores, tic, “baile de San Vito” ( y nada de todo esto se corresponde con la enfermedad a la que imita), parálisis y/o anestesias de todo el cuerpo o de alguna parte de éste, … Entonces con tanta expresión de tensión emocional no es extraño pensar que el orgasmo les pareciese una posible solución, por la descarga de tensiones que ofrece y la bajada de la ansiedad. Y ya sabemos que un vibrador es capaz de aliviar muchas , pero que muchas tensiones y darnos mucho, pero que mucho placer.
Pero como siempre sucede todo lo bueno acaba pronto y la vez que se declara que la histeria femenina no era una enfermedad legítima, sino un mito anticuado, en 1952, el vibrador se transformó en objeto de perversión sexual y su venta se “escondió” en los sex-shops.
Je, je,…tampoco lo malo dura para siempre, así que ahora que se han puesto de moda las tiendas eróticas e incluso las reuniones eróticofestivas, Tupper-sex, donde es tan fácil hacerse con un juguetito que vibre, los orgasmos están asegurados y si somos capaces de disfrutar ¿no es verdad que bajarán las tensiones? ¿Y si nos lo pasamos bien y disfrutamos, no es cierto que nuestro humor también mejorará? ¿Y si estamos de buen humor, quien quiere estar enfermo? (se decía que la persona histérica quería estar enferma, no lo fingía, y de hecho lo conseguía).
¿Qué elegís, placer o enfermedad? En vuestra mano está.