Abrió la puerta para salir, pero se encontró una caja delante de la puerta, bloqueandole el paso. Era una caja enorme, de cartón. Tras observarla se decidió a abrirla, en su interior había una hoja de papel, sin nombres, ni direcciones, simplemente un texto. En ella se apreciaban marcas de gotas, como si la hubieran escrito llorando:
“Siento que voy a enloquecer, tengo demasiadas cosas tuyas….No te devolveré los besos que te robé, los abrazos que me diste, las caricias, el tiempo perdido conmigo…Lo único que dejo en esta caja es parte de algo tuyo, algo que sigue en mí, algo que te cogí sin querer, sin permiso”.
No entendió a lo que se refería, pero tampoco tenía tiempo de ponerse a pensar en ello. Semanas después recibió otra caja, esta vez un poco más pequeña, igual que en la otra solamente había una hoja de papel, sin marcas esta vez:
“¿Lo ves? Aún queda mucho de ti en mí, pero no te apures, lo conseguiré, te devolveré hasta el último suspiro de este sentimiento”.
La carta le dio la última pista para comprender que no se refería a algo material. Era algo de más valor, más intenso. Exactamente dos meses después llegó otra caja, esta vez era pequeña, la hoja estaba perfectamente doblada en su interior.
Ya casi no queda nada para saldar mi deuda contigo, no quedará tuyo tuyo nada más que el recuerdo de lo que un día fuimos”.
Al cabo de un tiempo recibió una carta, con una hoja igual que las que había en el interior de las cajas, sin nombre ni direcciones, sólo texto…
“Ya no te debo nada, no tengo más cariño que devolverte. Gracias por la paciencia que has tenido esperando a que te lo devuelva todo. Ahora otra persona podrá cogerlo, como hice yo, algún día”. Este texto ha sido escritopor Maider Yanotolo, adolescente de 19 años.
¡Qué! , ¿qué os parece? ¿os dice algo? Ojalá las separaciones fuesen así, sin rencores y que a través de un rito, de un símbolo, que a nosotros nos diga algo, lográsemos distanciarnos desde el cariño y no desde la rabia. ¿Existiría la violencia de género?