Tengo que reconocer que hace un tiempo me gané una buena bronca de un lector de este blog (me pasa a menudo, qué le vamos a hacer), por insinuar que Ryan Adams había tomado la equivocada decisión de creerse un genio y de considerar bajo esa premisa que cualquier cagarruta sonora que se le ocurriera un mal martes de madrugada debía ser grabada y editada, sin filtrar. Como lo de Calamaro con El Salmón, seguro que me entienden. Bueno, no tienes ni idea, me dijeron. Adams es efectivamente un genio, así que cuantas más genialidades saque al mercado, mejor, agregaron. Es cierto que yo provoqué un poco. Ryan Adams no ha muerto, tiene nuevo disco, titulé aquel post de junio de 2007. Poco antes había protagonizado una bochornosa espantada en el festival Azkena Rock de Vitoria y bueno, uno estaba sensible con el tema.
Podría titular lo mismo hoy, pero no quiero líos. Efectivamente, amigos, Ryan Adams no ha muerto y tiene nuevo disco. De ambas cosas nos alegramos. También se alegra Norah Jones (con quien colaboró en su álbul The Fall), que al menos en mi muro de Facebook dice que es un disco magnífico y que corramos a comprarlo. Quizá lo hagamos, por qué no. Adams me atrapó con Gold (que a muchos os parecerá excesivamente mainstream, fijo) y creo que alcanzó una cima complicada de superar en Love is Hell. Me gustaron las inmersiones country con The Cardinals y le perdí un poco la pista después.
Regresa Adams con Ashes & Fire, cenizas y fuego, que se publicará el 11 de octubre. Norah Jones le devuelve la colaboración y aparece en varios temas. Como no lo he escuchado, poco puedo aportar sobre su calidad. Pero vamos a ver por dónde respira, igual es un buen momento para reconciliarme con aquel enfadado lector.