Bob Dylan, 69, está de gira en España (el jueves actuó en Barcelona, mañana en el Azkena Rock en Vitoria) y vuelve la dualidad, los clásicos contra las nuevas versiones de esos mismos clásicos. Dylan, a quien nadie puede hurtar su condición de genio de la música, quizá el más grande de todos los tiempos (sólo quizá), autor de algunas de las mejores canciones del rock (Like a Rolling Stone, claro, en el #1) y mito para varias generaciones, Dylan, decimos, despierta siempre la misma inquietud cuando se sube a un escenario desde hace varias décadas. ¿Debe tocar sus clásicos como fueron concebidos o hace bien en reinvertarlos en cada ocasión, en convertirlos en canciones diferentes, en maquillarlos hasta que parecen otros?
Ocurre siempre. Dylan actuó el jueves en el Poble Espanyol de Barcelona y no hay crónica que no contenga la palabra ‘irreconocible’ o el verbo ‘reinventar’. Fue irreconocible, dice el crítico del El País, su versión de su mayor clásico, Blowin’ in the Wind. Y costó reconocer mucho de los temas. Dice El País:
“Comenzó con una pieza conocida, aunque como en él resulta habitual, hasta lo más familiar resulta extraño. Así abrió con Rainy day women 12 & 35, masticando la letra hasta hacerla apenas una papilla informe. La voz ya denotó ser una especie de ronquido exagerado quizás a voluntad“. Y esto: “Dylan fue fiel a esa costumbre tan suya de malear los temas a su antojo, haciéndolos casi irreconocibles, alargándolos o acortándolos en función de su estado de ánimo“. Y esto también: “Quizás por ello, por esa especie de juego al gato y al ratón que el compositor establece con el público, éste, acaso deslumbrado por la potencia del mito, tal vez desubicado ante las tornas de las canciones, quizás simplemente ensimismado apenas mostraba calor y adhesión al artista cuando este concluía las interpretaciones, apenas mostraba calor y adhesión al artista cuando este concluía las interpretaciones“.
¿Es esto lo que uno espera? Está claro que Dylan puede hacer lo que le plazca (incluso quedarse de perfil en un rincón del escenario durante todo el concierto, tocar el órgano y ni siquiera saludar al público, como ha hecho en giras anteriores –muchos dirán que han venido a escuchar música, no a ser saludados–). Y que tampoco es concebible esperar a un Dylan que se limite a reproducir sus clásicos como en los discos, qué aburrido hacer eso durante tantas décadas de carrera. Pero conviene estar avisado cuando uno compra la entrada, para evitar frustraciones. Es mejor asi, una versión nueva en cada gira, una nueva obra maestra sobre obra maestra. ¿Quién espera que Dylan recupere la acústica y la armónica para cantar The Times They Are A-Changin’ cuando, efectivamente, los tiempos cambiaron hace mucho?
Foto: El País