Respeto la bronca que se ha montado en Cataluña con la imposición de una cuota para el cine doblado al catalán, huelga de salas incluida. Al final, si (los estudios de Holywood) nos la van a meter doblada, que nos la metan en nuestro propio idioma, pensarán con razón los dirigentes autonómicos y quienes estén de acuerdo en obligar a los distribuidores a reservar una cuota de pantalla nada desdeñable a los filmes doblados a la lengua vernácula. Que son muchos, hay que apuntar.
El caso es que yo pensaba que debíamos ir a la contra, es decir, a acabar con este antinatural doblaje que en España ha lastrado el conocimiento de las lenguas (fundamentalmente el inglés) a sucesivas generaciones. Cuánto dinero se habrían ahorrado en academias nuestros padres si, como en buena parte de Europa, hubiéramos podido escuchar a los actores y actrices en su lengua original, en películas con su título original (y no en muchos de los casos penosas traducciones) y con sus subtítulos pertinentes para el que no domine el idioma. Película y dos horas de listening por seis euros, parece hasta barato, oye. Pero resulta que lo que muchos considerábamos una tara del sistema es apreciada, impulsada e impuesta por Ley en Cataluña.
Al final, no sé quien saldrá perdiendo. El doblaje español, aún siendo un doblaje y suplantando al original, es de los mejores que se ejecutan en el mundo. Claro, son muchos años de experiencia. Y uno escucha a Ramón Langa mientras ve a Bruce Willis y, oye, que te lo crees. Que le pega mejor la voz de Langa que la suya propia. O Constantino como Eastwood, vaya lujo. Pero luego ves la peli del sábado por la tarde en ETB-1 doblada al euskera y, amigo, vaya diferencia.
Yo, si hay que poner una cuota, la pondría a favor del cine en V.O.