Invisible, la última novela de Paul Auster, lleva ya unos días en el mercado y brotan sin cesar críticas, profesionales algunas y amateur otras, en blogs y diarios nacionales. ¿Gran novela o más de lo mismo? Pues de todo hay. La espita la abrió la crítica americana, con una positiva reseña del New York Times a la que siguió un demoledor artículo del New Yorker que banalizaba el conjunto de la producción de Auster, a quienes algunos consideran el más sobrevalorado escritor del momento. Ya lo dijo Clint Eastwood, no recuerdo en qué película: Las opiniones son como los culos. Todo el mundo tiene uno.
Veamos pues algunos de esos culos.
Darío Villanueva, en El Cultural
(…) El novelista norteamericano nos ofrece aquí un relato no menos apasionante, escrito con voluntad de estilo, con una estructura perfectamente equilibrada, una técnica narrativa impecable y un considerable “espesor” cultural que lo acreditan como una auténtica obra maestra en su género. Pedirle hondura sería demasiado en estos tiempos de pensiero debole. Para ello, por suerte, los clásicos nos esperan, siempre abiertos.
En La nueva España
Es una novela de amor, de intriga, de paisajes exóticos (en su último capítulo), de incestos y presuntas deslealtades, de espías, de pinchazos al lector para que reflexione sobre el bien y el mal. Es, asimismo, una exploración de lo que una trama muy simple puede dar de sí «literariamente» si se la explota a tope. Cuatro o cinco horas de lectura que compensan.
En El País
Paul Auster da un salto literario en su nueva novela: Invisible (Anagrama). Esta vez el autor neoyorquino se sirve de tres narradores para contar una historia que oscila entre 1967 y 2007. Es la vida de un veinteañero que sueña con ser poeta y que conoce a una pareja de franceses, a partir de lo cual su vida se precipita hacia un juego perverso de ilusión, exploración, y peligro.
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