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En buena lógica

Los padres abyectos

Hijos de familias estructuradas, educados en colegios privados, criados en la sobreabundancia, tratados como marquesitos para estar en la élite de la sociedad (uno de los detenidos pertenece al Marquesado de Feria) equilibrados, buen historial académico, sin antecedentes clínicos ni policiales, éste es el perfil de los cafres del macrobotellón de Pozuelo que, botella en mano y puestos de alcohol hasta las jarcias, intentaron asaltar la comisaría, quemaron varios coches patrulla, destrozaron las calles e hirieron a diez agentes a lo largo de tres horas de batalla campal.

Pozuelo no es un caso aislado. Los colegios privados ya no son ese reducto de clase que preserva a los jóvenes de las tentaciones de la violencia. La barbarie ya no es exclusiva del arrabal: nos llega del club náutico y de los colegios de élite, en cuyas alegres actividades extraescolares nunca faltan el botellón desenfrenado y el consumo de cocaína. Y éstas son las élites que harán el recambio generacional, jóvenes despóticos e incapaces de tolerar la frustración.

“Vamos a demostrar que los chicos son inocentes y que no se les puede responsabilizar a estas criaturas de esa barbarie”, declaró uno de los padres de la criatura. Los padres han anunciado que recurrirán la medida del juez: tres meses de prohibición de jaranas y fiestas, porque les parece injusta y desproporcionada. ¡Qué gran injusticia que sus retoños no puedan tirarse al botellón durante tres meses! Y, no contentos con recurrir, también van a denunciar a los agentes de Policía por agresión, a pesar de que hubo agentes heridos por lanzamiento de botellas de licor y otros objetos contundentes. En fin, con estas acciones los padres de estos cafrecillos han quedado perfectamente retratados en su catadura moral. En sus principios educativos no hay mal que cometa un hijo, por escandaloso que sea, que no se le pueda hacer la vista gorda.

Ya se sabe que el alcohol es un tóxico que exacerba los impulsos y que, unido a nocturnidad y el mimetismo del grupo, suele citarse como factor criminógeno. No obstante, puestos a buscar un criminógeno, la aguja magnética apunta a los padres: ellos son los verdaderos inductores del crimen, pues no hay mayor delito que amparar la abyección de tus hijos desde la arrogancia de clase y encarnar para ellos un modelo de abyección.

Por Ignacio García-Valiño

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