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En buena lógica

La Luna y nosotros

Siempre se ha creído que la Luna influye en el estado psíquico y en los locos, de ahí el término “lunático”. Este mito ha quedado desmontado por un estudio realizado por el Hospital Marina Baixa (Alicante), que concluye que las personas que sufren problemas mentales no ven acentuada su patología en las noches de luna llena, ni ésta varía con los ciclos lunares. En otras palabras, a los pacientes psiquiátricos se les salta la pinza con independencia de la luna.

Hace años también se demostró científicamente que, al contrario de lo que dicta la leyenda, la luna llena no influye en que se desencadenen más partos. Siempre habíamos pensado que cuando la luna nos muestra su faz plateada, el feto siente la llamada de la selva y pugna por salir de la covacha, asoma la cabeza y emite su grito primal. ¡Qué chasco! La luna no guía nuestro destino ni nuestro carácter.

No obstante, para los que quieran alimentar su fe en el poder mágico de la Luna pueden dirigirse, vía Internet, al rincón de la bruja (uno cualquiera de los millones que existen), con su horóscopo lunar, sus terapias alternativas y sus recetas para la felicidad y hechizos para dejar de fumar y aumentar las ventas del negocio, junto con la relación entre los cristales de cuarzo y los ángeles, y si llama ahora mismo tendrá totalmente gratis una monografía de Fray Leopoldo de Alpandeire.

Entonces ¿en qué influye la Luna? Pues básicamente, en las mareas de la tierra y en las mareas del amor. Está comprobado que los enamorados sienten especial estremecimiento ante la luna llena (“¿no es cierto, ángel de amor / que en esta apartada orilla / más pura la luna brilla…”). También en nosotros, los escritores, la luna llena aumenta nuestros deseos de escribir bajo los efectos de un whisky o cubata.

En su obra dramática Calígula, de Albert Camus, Calígula le dice a Helicón: “El mundo, tal como está hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna o la felicidad, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo”. Querer la luna es querer lo imposible. Tal vez nuestro afán por lo imposible, por convocar lo que no es “de este mundo”, es lo que nos lleva a buscar falsos efectos en la luna, a creer en la influencia de los astros, en la magia de las estrellas y los cristales, en todo lo demás. Podemos ser racionales y seguir conmoviéndonos ante la belleza de la luna llena.

Por Ignacio García-Valiño

Sobre el autor


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