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En buena lógica

¿Quieres mejorar tu inteligencia?

Solemos quejarnos de nuestra mala memoria, pero todavía no he escuchado a una sola persona quejarse de su mala inteligencia. Y eso que un 20 % de la población anda escaso de ella, es decir, se encuentra al Este de la campana de Gauss. La naturaleza no reparte equitativamente, eso está claro, y cuando la naturaleza no da, el hombre se lo atribuye, y es que la inteligencia está tan vinculada al estatus social que se ha convertido en una cualidad muy preciada. Y donde hay demanda, surge la oferta.

Desde los años 80 se han venido comercializando fórmulas para potenciar la inteligencia, ya sea en programas de entrenamiento o a través de las píldoras llamadas “potenciadores cognitivos” o o ‘smart drugs’. Sobre éstas últimas, de vez en cuando nos llegan noticias de nuevos fármacos de “última generación” (calificativo que nunca falta, aunque pronto sean sustituidas por una nueva última generación). Antaño eran los psicoestimulantes, derivados de las anfetaminas, como los llamados ampakinas, u otros más conocidos por sus nombres comerciales: Aderall, Ritalín, Rubifén… En los últimos años se ha puest de moda en Estados Unidos el Modafinil (Provigil). Este “potenciador cognitivo” lo consumen lo mismo los ejecutivos que los estudiantes. Desarrollado inicialmente para tratar la narcolepsia, se vende con el marchamo de “clínicamente testado” para mejorar el rendimiento cognitivo. No se lo crean. La realidad es que ningún medicamento es capaz por sí solo de crear conexiones neuronales entre distintas regiones cerebrales, sino tan sólo producir una activación artificial, un estado de alerta cerebral que nos haga procesar más deprisa durante el tiempo en que duran los efectos, porque producen un aumento de los niveles de dos neurotransmisores esenciales para la concentración y la memoria: la dopamina y la noradrenalina. No obstante, sus efectos supuestamente beneficiosos de concentración duran tan sólo unas horas y no dejan cambios en nuestra arquitectura cerebral. Es más que dudoso que ningún medicamento que se sintetice en un laboratorio llegue a crear por sí solo patrones o redes neuronales que normalmente no se producen. Es más, muchos de estos medicamentos tienen peligrosos efectos, se consumen de forma irresponsable y representan un peligro para esos consumidores incautos o crédulos que creen que no pierden nada con probar.

Otra fórmula comercial de vertiente completamente distinta son los libros con el título “Potencie su inteligencia” o “Mejore su Cociente Intelectual”. La mayoría se basan en series de tests: series lógicas, numéricas, matrices… Se vendieron bien en los 80 y 90, sobre todo entre jóvenes que querían entrenarse en “psicotécnicos” para superar pruebas de selección de personal. Sin embargo, han ido cayendo en desuso y actualmente venimos asistiendo a un auge espectacular en el mercado de programas de entrenamiento mental en formato digital, conocidos por su nombre comercial como Brain Training.

Todos vimos a la bellísima Nicole Kidman en el spot, esmerándose con la consola para pasar de un cerebro de sesenta años a uno de veinticuatro años. Con gran despliegue publicitario tanto el Brain Training del R. Kawashima como el Big Brain Academy aseguran rejuvenecer nuestro cerebro y aumentar su potencial cognitivo. Es importante advertir al consumidor qué clase de ventajas cognitivas deparan este software de entretenimiento: ¡ninguna! No importa el tiempo que se le dedique al día y durante cuántos días; se ha comprobado que nada de esto potencia la capacidad intelectual medida en test estandarizados, como el WAIS o el K-ABC, con posterioridad a la práctica habitual en estos juegos en los sujetos investigados. La farsa de estos productos -que sólo proporcionan entretenimiento, como quien hace crucigramas- ha sido desvelada en diversos estudios controlados que han llevado a cabo los departamentos de Psicología de universidades como la IUFM de Alsacia y la Universidad de Rennes 2. Entre estudiosos serios de la inteligencia, estos productos están completamente desacreditados.

¿Hay, entonces, algún método para aumentar la inteligencia? La respuesta es sencilla: ninguno, de momento, si el sujeto ha superado la adolescencia. Podemos fortalecer la inteligencia mediante una adecuada estimulación a niños y adolescentes, especialmente a través de programas pedagógicos organizados en corpus sistematicos para trabajar diversas esferas cognitivas, como el “Proyecto de Inteligencia Harvard” y el “Programa de Enriquecimiento Instrumental de Feuerstein”. Asimismo, la práctica del ajedrez, el bilingüismo (entendido como inmersión idiomática o dominio de dos lenguas) y la lectura asidua también aumentan la inteligencia de los niños y los preparan para ser más competentes en la vida adulta. Esto es así gracias a la neuroplasticidad infantil. Escuchar a Mozart no desarrolla la inteligencia, pero sí la sensibilidad musical y estética. El aprendizaje de instrumentos musicales y el solfeo tienen indudables beneficios cognitivos. Pero olvídense de los juegos electrónicos, (incluidos los de estrategia): no harán su mente más ágil, sólo lo harán más diestro en juegos electrónicos.

Como conclusión podemos afirmar que la opción más inteligente si usted desea potenciar su inteligencia es no comprar ni pastillas ni videojuegos, y olvidarse de aumentar su CI, o pensar más bien en cómo estimular la inteligencia de sus hijos, sobrinos, nietos o alumnos pequeños con buenas herramientas didácticas, cariño y atención de calidad. La inteligencia del adulto es una cualidad bastante estable, que puede mermar en la vejez, pero no aumentar. Lo que podemos mejorar, y mucho, es nuestra capacidad de pensar mejor, con más claridad y penetración, con más sentido crítico, con más cultura y profundidad de análisis. Una buena biblioteca y apagar el televisor contribuyen en buena medida a ello.

Por Ignacio García-Valiño

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