Siento una irremediable debilidad por los hombres inteligentes que, desde la independencia crítica y la mente abierta, hacen avanzar la racionalidad. Como el gran maestro Martin Gardner, tristemente fallecido hace unos días. Quiero recomendar ahora su obra, un deleite para quienes disfrutan con la belleza de la lógica sin necesidad de tener conocimientos técnicos ni formación científica. La gozarán con La ciencia: lo bueno, lo malo y lo falso, y también con La nueva era, y desde luego con ¿Tenían ombligo Adán y Eva? En estas piezas maestras saborearán el placer de desmontar fraudes, supersticiones colectivas, falacias. Y si buscan reflexiones de gran calado, acérquense a Los porqués de un escriba filosófico.
Gardner me ayudó a descubrir el placer de la matemática, a través de sus libros de paradojas y pasatiempos lógicos, algo que no consiguió ninguno de los profesores que tuve en el colegio, a los que condeno directamente a las brumas tenebrosas del Averno. Yo padecí ese aprendizaje matemático desprovisto de sentido, la misma tortura que siguen sufriendo los alumnos de ahora, pues hoy se enseñan las mates prácticamente igual que hace décadas. La Primaria la pasan los niños haciendo cuentas sin cesar, con el método de la repetición machacona. Tampoco en Secundaria les enseñan a pensar, la mayoría de las veces (siempre hay honrosas excepciones, claro está). ¿Resultado? Fracaso escolar y suspenso en Pisa.
Garder nos ha enseñado a pensar a muchas generaciones, a tener una mente abierta, crítica, a amar la ciencia y la razón. Como Carl Sagan y Asimov, sus amigos, fue pionero en la indagación escéptica, algo que se practica muy poco en este país y que incluso tiene mala fama, o fama “ambigua”.
Me comenta mi amigo Luis Alfonso Gámez (quien ha publicado un post en “Magonia” mucho más completo sobre el genio y la figura de Gardner) que nuestro país no ha alumbrado grandes talentos del escepticismo, ni se han escrito buenas obras dignas de ser comparadas con los maestros norteamericanos. Lo que ocurre, creo yo, es que tal vez sí ha habido y hay grandes talentos, pero sus libros no han encontrado buenos canales de distribución ni han gozado de un merecido reconocimiento; ninguna institución los ha prestigiado siquiera en el ámbito académico. Precisamente acabo de terminar de leer un libro de escasísima tirada y fuera de los circuitos comerciales, titulado Expediente Manises, (publicado por la Fundación Anomalía), que para mí es una obra maestra de la investigación escéptica. Es el resultado de varias décadas de trabajo en el caso sin duda más paradigmático y complejo de la ufología española, el llamado caso Manises. Un enigma de temática OVNI que tardó dos décadas en descifrarse. En un próximo post hablaré de este extraordinario libro de Juan Antonio Fernádez Peris, que merece un reconocimiento y una difusión que nunca tuvo. De hecho, mucho más leída ha sido la novela-bodrio Incidente en Manises, del ufólogo de feria J.J. Benítez, quien, en cambio, sí es muy conocido por nuestros lectores, aficionados a las historias de evasión con platillos volantes, sábanas santas y conspiraciones de Turín y Roma. Y así nos va.
Lo dicho, un próximo post sobre El expediente Manises de Peris.