Cada año entran los militares en las aulas de los institutos de Secundaria, pero no para poner orden en la rutinaria batalla campal, sino para reclutar soldados entre la resma de estudiantes apáticos que, cerca ya de los 18 años pero no de aprobar la ESO, analfabetos o ágrafos, no saben qué hacer con su vida. Y es que para el ingreso ya no hace falta ni el graduado en secundaria: cualquier analfabeto que mida más de 1,55 metros, con un CI de 70 (border line) o superior y capaz de correr sin caerse puede ser soldado profesional, así no sepa ni quién fue Colón.
Estos heroicos enviados a los institutos suelen ser tenientes fornidos, alegres y locuaces cual Papá Noel, que les pintan un futuro idealizado hasta el ridículo, incluyendo un audiovisual de jóvenes pilotando un tanque Leopard 2, disparando en un Pizarro, saltando en paracaídas, haciendo rápel por un muro en plan Swat o vendando a un niño de Kosovo, para finalizar con las maravillosas piscinas e instalaciones deportivas de los cuarteles. Un fascinante mundo de lujo, viajes y aventuras donde se convertirán en superhéroes. Y al final les regalan un póster y un folleto que leen con entusiasmo: “profe, esto mola”.
Si una condición de ingreso en las Fuerzas Armadas fuera aprobar la ESO, al menos esta fraudulenta publicidad sería un estímulo para retomar los libros. Por desgracia, es tal la necesidad de soldados de nuestro insigne Ejército que hemos bajado el listón al nivel del betún. Parecía imposible mejorar las rebajas de la ESO, en el afán de no dejar a los chicos sin título, por más que holgazaneen. Rebajas que deslucen ante la nueva oferta, la apabullante Liquidación Total del ingreso en las Fuerzas Armadas.
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A pesar de que mi abuelo fue General de división y mi padre fue teniente coronel con medallas al valor, confieso que en el test de patriotismo siempre puntué muy bajo, pero si me lo pasaran hoy, entraría en la franja roja: traidor/antipatriota. Todavía no salgo de mi asombro de que nuestro ejército, con los helicópteros Sikorski de última generación con que custodió el atunero Alakrana, no fuera capaz de acertar el tiro y detener a un puñado de piratas que han robado al Estado español 4 millones de dólares y tenido en jaque a todo el país durante 47 días. ¡Ganaron los piratas a nuestro ejército! Con semejantes gestas, han logrado que me avergüence no sé si de mi bandera, de que la enarbole el Ejército Español o de ambas cosas. Y que mis ascendientes me perdonen. 