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En buena lógica

El mejor onanismo

No voy a hablar aquí de si la masturbación es buena o mala, inocua, saludable o nociva para el acné, moralmente aceptable o un “vicio solitario”, como la llamaban en los tiempos de un rombo, dos rombos, tres rombos, eso lo dejo para los filósofos y amantes de la bioética. Sobre la masturbación hay dos hechos incontrovertibles: exige un poco de imaginación y es practicada por un alto porcentaje de la población juvenil y adulta, tanto solteros como casados, y bien matrimoniados. Lo de la imaginación es importante, porque, por mucho que digan, la mecánica por sí misma no basta. Nuestro cerebro, durante el proceso, va generando imágenes en cascada al albur de nuestro deseo. Por tanto, decir que es una actividad puramente manual (ya sea analógica o digital, según sexos) es desposeerla de sentido. Gracias a las neurociencias, y a las técnicas de neuroimágenes por resonancia magnética funcional, sabemos que la mente trabaja duro mientras una persona trata de provocarse un orgasmo, aunque sea con una revista o con un vídeo. Y sobre todo, hacemos trabajar la imaginación cuando se ejecuta sin la ayuda de medios audiovisuales.

Las pajas tienen mala prensa, qué duda cabe, sobre todo las mentales. Pero toda paja es mental. Los detractores no morales de la masturbación afirman que es un mal remedio, un torpe consuelo, totalmente insatisfactorio, y que donde haya un buen bistec, que se quite un bistec holográfico. Y que no es lo mismo una bola negra que una negra en bolas. Hay evidencias científicas de que esto no es así.

La novedad es que en una investigación liderada por Stephen Kosslyn, de la Universidad de Harvard, se comprueba que cuando imaginamos algo se activan exactamente las mismas zonas de nuestro cerebro que se ponen en marcha cuando estamos percibiendo de verdad. Esto, en cristiano, quiere decir (pero ojo, no lo afirma Kosslyn, sino quien esto suscribe) que si usted por ejemplo, se imagina que está pasando una agradable velada con Brad Pitt o con su pareja, o con ambos, en su cerebro se activan las mismas áreas que si esto estuviera aconteciendo en la realidad. ¡Vaya! ¿Quién lo iba a decir? ¡Vaya chollo! Las sensaciones mentales son equivalentes. Así que al final la ciencia, de manera indirecta, y aunque al señor Kosslyn no se le haya ocurrido esta consecuencia de su investigación, la masturbación no es un remedo pobre, un consuelo de solitarios frustrados, sino una verdadera experiencia mental con todas las garantías. La calidad de la experiencia la pone su imaginación. Y es que uno puede imaginarse hasta el olor del esmalte de uñas de los pies de su pareja, si agudiza su fantasía, y hasta olerlo. Y si admitimos que todo el sexo está en la mente (lo cual considero un hecho establecido), y si nuestra mente reacciona igual ante nuestra fantasía que en la realidad, ¿para qué diantre queremos a Brad Pitt, Angelina Jolie o ambos? ¿Para qué necesitamos revistas o vídeos pornos? Si hacemos caso a los científicos, el mejor onanismo no tiene ni DVD ni internet, ni papel cuché. Es el más antiguo de todos, el de toda la vida: la fantasía erótica sin límites ni aditivos. ¡La imaginación al poder!

Por Ignacio García-Valiño

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