Una vez más la sinrazón política pone de manifiesto el bajo compromiso que la administración tiene con el transporte sostenible y el medio ambiente. Resulta que en una ciudad como Vitoria, cuna en Euskadi del uso de la bicicleta como medio de transporte, se ha aprobado una ordenanza municipal que obligará a los ciclistas a utilizar los bidegorris cuando transiten por la ciudad. En el caso de que estos viales no existan, los cicloturistas tendrán que utilizar la carretera. Entre otras cuestiones, el texto exige que todos los velocípedos lleven timbre y luz, al tiempo que prohíbe candarlos a los árboles.

No se trata de declinarnos a favor de que los ciclistas circulen por las aceras, ni mucho menos, sino del cansacio que supone que las restricciones apunten siempre hacia el mismo lado. Casi nadie en Vitoria discute que el tranvía supone un gran avance en el desarrollo de medios de transporte sostenibles, es más, se legisla de manera que se prime el uso de este medio frente a otros ás contaminantes. Pero también existen los accidentes con otros vehículos y con peatones, y a nadie se le ocurriría poner trabas a un medio que tanto ha supuesto para la sociedad vitoriana.

Escribía hace algunas semanas sobre el modelo de convivencia en daneses entre ciclistas que utilizan su bicicleta como medio de transporte y el resto de vehículos y peatones. Un relación completamente normalizada y todo un ejemplo de sostenibilidad.

Entendiendo, por otra parte, que los bidegorris están hechos para las bicicletas,nadie se imagina que surjan leyes que penalicen a los peatones que circulan por los “caminos rojos”, ni las quiero, que no se me entienda mal. La solución pasa por la convivencia. Convivencia razonable y respetuosa entre personas. Y ahí tenemos el ejemplo de Donosti que en tema de la bicicleta nos da mil vueltas a vizcaínos y alaveses.