Hoy he afrontado la última sesión de mi plan de entrenamiento. Ha sido una salida de una hora para rodar tranquilo, a muy bajas pulsaciones. Me han salido unos 18 kilómetros totalmente llanos. He ciclado con mi bicicleta vieja, porque la nueva ya está camino de Marruecos. Y no pienso subirme a un sillín hasta que el próximo lunes, a las siete de la mañana, el comisario dé el pistoletazo de salida de la Nissan Titan Desert.
Haciendo repaso de estos últimos 3 meses y medio, calculo que he entrenado unas 80 horas, lo que traducido en kilómetros rondará los 1.500/1.600. No es mucho, pero es todo lo que he podido. Me saben mal los 15 días que estuve en el dique seco por una infección en la pierna provocada por el ataque de un perro en el monte Argalario.
Y he de confesar que, al final, la preparación me ha resultado muy larga mentalmente, sobre todo estas dos últimas semanas. Ves la meta tan cerca que ya no tienes ganas de salir a pedalear con fuerza, como al principio. Además, te empiezan a asaltar dudas sobre si tu estado de forma es el óptimo. Mis sensaciones no son malas, pero creo que hace tres o cuatro semanas estaba bastante más fuerte que ahora. Puede que sólo necesite un poco de descanso.