Esta es la historia de dos inconscientes en bicicleta. El pasado domingo 28 de diciembre salimos mi amigo y compañero de aventuras (sobre la bicicleta”) Alfon y yo a hacer unos kilómetros sobre la bicicleta de carretera. La idea era sencilla. Romper un poco con el sedentarismo de estas festas navideñas y empezar a bajar los 2 o en el caso de Alfon 3 kilos de más que llevamos pegados al cuerpo (perdón por la indiscreción amigo). Bueno, la cuestión es que a las 08:30 horas de la mañana hacía un frío del carajo. Ataviado con toda clase de goretexes, prendas wind stopper, capas y capas de ropa, escalpines, guantes de inviernos de neopreno de 75 euros (regalo de mi mujer), la cuestión es que nada más sacar la bicicleta del trastero el viento me ha cortado las ideas.
10 minutos ha tardado Alfon en bajar desde su casa (a más de 400 metros de altitud) y cuando por fín a acudido a la cita venía tieso. Mal presagio. “No siento los dedos”. No era para menos 3 grados marcaba el termómetro de la farmacia y según me contó una vez un amigo meteorólogo la sensación térmica, si hay viento, puede llegar a ser de hasta 10º menos. La cuestión es que sorteando todo tipo de adversidades que nos aconsejaban volver rápidamente a la cama al calor del hogar, emprendimos la ruta.
“Una vuelta cortita Alfon que no está el día para tonterías”. La carretera helada y sal como para aderezar decenas de ensaladas. Poquito a poco y sin dejar de mover los dedos nos hemos acercado hasta la playa de La Arena, un precioso espectáculo. La playa cubierta por un manto blanco y yo incapaz de sacar el móvil y hacer una foto. Entendezme si me quito los guantes en esos momentos tengo que comer los langostinos de noche vieja con los muñones.
Tras la espectacular vista empezamos a entrar en calor. Las zonas sombrías son auténticas pistas de patinaje y en las que el sol domina la carretera se agradece la sensación. Similar a mi imaginación que piensa ya en la ducha de agua caliente en cuanto llegue a casa. “¿Pero si acabamos de salir?” Me recimina Alfon.
La charla es amena y nos vamos contanto los atracones navideños, por cierto que Alfon no ha desayunado nada esta mañana… Yo en eso no reparo en gastos. Barritas energéticas, isostares varios, cafetito con leche, cereales. Joder menudo atracón ahora que lo pienso.
Ya con calorcillo en el cuerpo llevamos 40 kilómetros recorridos y a unos 20 del retorno a casita. Nos espera un puerto de tercera, poca cosa, pero a mi por lo menos se me hace eterno. Con todo metido y acabamos de empezara subir… La llegada a la cima cambia nuestras caras, “cuidadín en la bajada”. El descenso fue horrible. Incapaces de mantener la bicicleta ergida, sin poder tocar a penas el freno y con una sensación continua de peligro. Varios sustos y ya sólo una cosa en nuestra cabeza, llegar a casa.
Alfon tiene que estar antes de las dos (comida familiar y aún le queda recoger el cordero que ha llevado a asar a una panadería cercana a su casa). Cuando llegamos a mi casa a él aún le quedan cerca de 10 kilómetros. Los últimos 5 de subida con una pendiente media de 5-6 %. ¿Quieres dejar aquí la bici y te subo en coche?, le comento. “Deja, deja que hoy lo voy a dar tado”.
La historia no puede acabar de otra forma. Pajarón, jajaja (ahora me río, otras veces lo hace él). La bendita de la mujer de mi amigo cogiendo el coche para recogerle a mitad de puerto y tarde de sofá y y bebidas recuperantes.
“Coño ¿y el cordero?” Bueno eso ya es otra historia que ya os contaré pero que poco tiene que ver con el cicloturismo…