Ayer, Pino Zamorano tuvo una de esas tardes para olvidar. Malo de solemnidad. Se equivocó en la expulsión de Gabilondo, que es una tarjeta amarilla clarísima, y volvió a hacerlo cuando Luis Fernández derribó a Yeste en el área en uno de los penaltis más claros que le han hecho al Athletic esta temporada. La primera jugada no es fácil de explicar, no media ocasión manifiesta de gol y el jugador intenta arrebatar el balón, incluso retira el pie.
Cuando Gabilondo enfiló el camino del vestuario, San Mamés comenzó a temblar y con motivo. Desde el inicio del partido teníamos en el campo a los constructores de postín: Orbaiz, Yeste y Javi Martínez, con Gabilondo y Etxeberria en las bandas. Si así no habíamos logrado trenzar jugadas con fundamento, ahora la situación se complicaba aún más. A pesar de jugar con diez, el Athletic siguió mandando en el partido pero sin crear ocasiones claras. El Rácing demostraba que no había venido Bilbao a ganar el partido. El huracán que esperábamos, encarnado en Zigic y Munitis, no fue tal. Los cántabros demostraron que se sentían cómodos con el empate y si alguien estuvo cerca de ganar, fue el Athletic. Aún así, no convenció.
Tras esta jornada, seguimos abajo pero que el resto de la cola vuelve a fallar, nos da un respiro. Hay que alertar de que se trata de un espejismo, ya que siguen faltando 33 puntos para esos 40 que conforman la barrera al menos sicológica de la salvación. Si el Athletic no pasa la eliminatoria de Copa, creo que afrontará el partido de Valencia con muchas miradas puestas en el banquillo.