Las segundas equipaciones son como las camisetas interiores. Nadie emplea mucho tiempo en elegirlas porque confía en no mostrarlas demasiado. Y es mejor. Basta un somero repaso por los clubes españoles para constatar que son la prenda que ha sufrido los mayores atentados al buen gusto. Quizá sean una innovadora prueba para detectar a los socios daltónicos o una especie de borrador público, el lienzo perfecto para las pruebas más estrambóticas. Aquí les dejo tres pruebas irrefutables: se trata de una segunda equipación que presentó hace años la Real, el Barça y el Córdoba, respectivamente.
Hoy se ha presentado la nuestra, la del Athletic. Solía estar protagonizada por el azul y el blanco en recuerdo de la primera zamarra del club. Personalmente, nunca llegó a gustarme demasiado. Debo reconocer que pertenezco al amplio grupo de los que, irracionalmente, nos movemos incómodos en el asiento cuando vemos saltar al equipo con otra camiseta que no sea la rojiblanca. Pero bueno, estaba entroncada con la historia del club y no agredía a la vista.
En la camiseta que hoy hemos conocido se prescinde de esos primeros colores del Athletic -azul y blanco, como decía- para recurrir a los de la ikurriña. Destacan sus dos gruesas franjas -roja y blanca- que cruzan el pecho hasta los brazos y que, a mi entender, hacen que el escudo prácticamente no se vea. Nimiedades, supongo. El resto es verde, sin cuello, como dicta la moda actual. A mí, sinceramente, me recuerda a un maillot ciclista.
En este país de locos, seguramente, habrá quien la defienda porque lleva los colores de la ikurriña y habrá a quien le disguste por el mismo motivo. No formo parte de ninguno de esos grupos. Eso sí, salvo en los partidos de selecciones nacionales, me cuesta entender a los que acuden al fútbol en Alemania, en Inglaterra y en España con las banderas de sus países. De algún extraño modo, me da la sensación de encontrame ante un desfile marcial. Y, si son muy ruidosos, creo estar ante una horda que en cualquier momento podría perderse camino al estadio e invadir Polonia. Disculpen la exageración. Prefiero distinguir a las aficiones por sus colores de siempre, de club añejo, y con sus camisetas de toda la vida. Y, ya puestos, con la bufanda a juego. Soy un clásico, qué le voy a hacer.
Si no les convence nuestra segunda equipación, pueden encontrar consuelo en el famoso refrán que habla del “mal de muchos” y rebuscar por esta página. Verán lo que han llegado a vestir algunos clubes de la liga inglesa. La del Birmingam City en el 92 no tiene rival.