El auténtico espectáculo estuvo en la calle. En los cuatro mil hinchas, valientes y eufóricos, que se desplazaron hasta Valladolid. No pudo el Athletic culminar su fiesta con una victoria que fuera la guinda de este sustitutivo de los derbis que ha encontrado la afición tras el descenso de Real y Alavés.

El fútbol, como les digo, no se sumó a la fiesta. Hubo emoción por la cercanía en el resultado tras marcar Orbaiz el rechace del segundo penalti que falla Llorente en pocos días. Una pena máxima en la que no entiendo qué diablos señaló el árbitro. También había dudas, pero menos, en el derribo de Iraizoz a Sesma, en el que el portero rozó al delantero. Fue Víctor el encargado de abrir el marcador y, veinte minutos después de marcar el segundo en un regalo colectivo de la defensa rojiblanca.

Poco más. La tontería final de Yeste. La roja. La frase en la rueda de prensa de Caparrós, que dejó en el aire si comienza a estar cansado de las lesiones de Ustaritz. El autobús de regreso. La sensación de que andamos jugando en la Liga y pensando en la Copa.