El hombre que baja la escalera a mi lado lo tiene claro: “Lo mejor, el resultado”. Quién nos iba a decir tras la victoria épica ante el Valencia que volvería la cruda realidad tan temprano. Lo cierto es que a los que llevamos, el menos, un par de décadas en San Mamés no nos dejaba un buen pálpito este partido. Quizá porque se antojaba fácil, quizá porque cuesta mantener al equipo concentrado tras una racha tan positiva como la protagonizada por el Athletic.
Mal juego y mal partido. Cuesta salvar a alguien de la quema. Iraizoz, sin cuya ayuda el resultado sería aún peor. La lista de los que cuajaron un partido pobre es interminable: Susaeta -ausente, descolocado y mal posicionado-, Ion Vélez -paupérrimo- y Ocio -precipitado, indeciso y que se complicó la vida en un par de ocasiones-. Pésimo balance.
Los que siempre quieren agarrarse a algo positivo, dirán que no hay resultado que cierre en la ida la eliminatoria. Que un 1-0, por ejemplo, podría ser aún más peligroso si al equipo le da por especular con el resultado en la vuelta. Todo a una carta en El Molinón. Una final. Habrá que verlo así: de las que hemos jugado los últimos años, ésta es la única que tiene premio.