Cuando el árbitro señaló penalti en Riazor corría el minuto 24 y apenas habían transcurrido 5 desde el gol de Ze Castro. No podía llegar en mejor momento aquella pena máxima, aunque fuera injusta a todas luces, porque no había habido falta sobre Llorente. Aranzubia tenía la necesidad de responder a todos los que le habían cuestionado -tanto y durante tanto tiempo en Bilbao-; quizá esa rabia le empujó hasta su poste derecho, donde metió la mano para desviar el tiro de Iraola. No había dudas. Aquella jugada era la llave del partido.

Amorebieta derribó a Bodipo en la segunda mitad -y mereció al menos una tarjeta amarilla- y señalaron el segundo penalti del día. No falló Verdú ante Iraizoz y el 2-0 tenía mucho de sentencia definitiva. Pese a todo, se atisbó otro Athletic después del gol de cabeza de Javi Martínez. Fue un espejismo. Cuando estaba a punto de sonar la campana, Guardado marcó el tercero. Pudo haber otro penalti en esa mano de Iraizoz que rozó el pie de Verdú.

No logra escapar del descenso el Athletic. Y ofrece una imagen un tanto ciclotímica, variando vertiginosamente de actitud durante el partido. Quizá exista una parte física, pero no es el único motivo. El caso es que vuelve a regresar, cansada un día más, con la derrota bajo el brazo, esa impagable afición del Athletic. “Hay que levantarse y seguir”, dice Javi Martínez. Qué remedio.