No se engañen con el 2-0. Vamos a sufrir lo que no está escrito. La victoria de ayer -necesaria, vital, póngale el adjetivo que quieran- tiene mucho de espejismo. Y perdónenme el pesimismo. Es así porque el rival que se plantó ayer en San Mamés es un equipo irreconocible, uno de los más flojos de la Liga y en el peor momento de juego sus últimos años. Se mostró impotente y maniatado el equipo de Camacho pese a las escasas dificultades que le opuso el Athletic en la segunda mitad.
Y es que la historia se repite. Qué segunda parte. El desorden en todas las líneas del Athletic resulta patológico. Sólo pudo el equipo local enlazar cuatro pases consecutivos (David López, Etxeberria, Llorente) para marcar de la única manera posible. El riojano está en su punto. Se confirma como la gran referencia del ataque -gran noticia- y también como el único argumento de nuestro juego -preocupante-.
Otro de los puntos que se repiten -amén de la lesión de Ustaritz-, es el pésimo arbitraje. Velasco Carballo desquició al respetable con un modo de arbitrar lamentable, apegado al doble rasero, falto de coherencia y excesivamente parlanchín.
Se lleva el Athletic los tres puntos y eso es, a todas luces, lo fundamental. Pero falta un gran trecho todavía para que este equipo pueda infundir respeto a rivales de la mitad alta de la tabla.