Me encanta la Copa. Dobla, cuando no cuadruplica la emoción de la Liga. Es un duelo a vida o muerte, bien simbolizado por la posibilidad de acabar dos equipos dirimiendo la victoria en los penaltis. Así ha sido, como en las noches épicas. Sobró emoción, que como bien sabemos no es garantía de calidad en el juego.
El Athletic comenzó la primera parte con cierta apatía incomprensible. El Espanyol, que se adelantó pronto, regaló la posesión a los rojiblancos. No pudo haber un presente más envenado para un Athletic que se siente más cómodo sin el balón y al contraataque. Luis García, autor del primer gol catalán, se convertía en el minuto 33 en uno de los protagonistas de la noche al dejar a su equipo con diez en una expulsión inexplicable. Pasarían 60 minutos hasta que el árbitro cometiera un segundo error que equilibraba las cosas: Prieto también veía la roja con una rigurosidad propia de mejor causa. Es reseñable que durante la hora que medió entre ambas tarjetas el Athletic logró jugar bien al fútbol pero cuando se igualó la batalla, se sintió desprotegido y se replegó. No podemos olvidar, tampoco, el debut del joven Aitor Ramos. Pocos habrán disfrutado de un primer partido más feliz y emocionante. Apuntó maneras que habrá que confirmar en próximos encuentros.
Cuando Iraola marcó el gol que anunciaba la prórroga, ya pocos lo esperaban. Faltaban cinco minutos para el final de la eliminatoria y aún hubo tiempo para que Ramos y Del Horno gozaran de ocasiones que pudieron dejarnos en cuartos de final por la vía rápida. Tamudo, como siempre, también dispuso de las suyas. La prórroga tuvo mucho de antesala de los penaltis entre dos escuadras fundidas físicamente. Alguna jugada dudosa y mucho miedo a perder por ambos contendientes. Se resignaron a los penaltis. Cuando David López falló el suyo, muchos recordaron las últimas tandas, de infausto recuerdo, disputadas por el Athletic. Luego vinieron los dos últimos lanzamientos de los blanquiazules, de Lola y Torrejón, que constituían el regreso de la suerte a nuestro barco, y eran un pago generoso del azar por el último partido perdido en el Lluís Companys con un gol en propia puerta en los últimos minutos. Se nos había olvidado de golpe el partido, la jugada del gol en la que Aranzubia erró, de nuevo, por intentar atrapar el balón en varios tiempos, los momentos bajos de una noche que los tuvo. El Athletic estaba, está, en cuartos de final. Eso era y es lo único que importa.