El Atlético logró ayer una victoria holgada, sólo retrasada por la magnífica actuación de Iraizoz. Dos orejas se habrían llevado en los toros ambos guardametas, porque también Leo Franco desbarató con mucho acierto lo poco que el Athetic supo hacer en ataque. Casi todo el peligro en el área colchonera llegó tarde y alocadamente, cuando en el marcador ya campeaba una derrota inminente.

Acabó bien el encuentro el equipo de Caparrós: volcado al ataque, con ocasiones claras, con garra. Es decir, como debió empezar. Porque la primera parte fue mala de solemnidad. Esa suerte de paseo sin ideas que perpetramos en los primeros 45 minutos es la clave de la derrota. Tampoco hay que olvidar que fue una noche aciaga, iniciada por Agüero, como era de esperar. Etxeberria pudo haber cambiado el rumbo del encuentro un minuto después pero se interpuso el poste en su noble intención. Luego fue Aduriz quien mandó al palo otro balón de oro.

A la fiesta de la mala suerte se sumó Muñiz Fernández. Pasaremos todos a mejor vida preguntándonos todavía que pitó Muñiz en el gol de Llorente. Yo, desde luego, no vi falta de ninguna clase.

En fin. Mala primera parte, mala suerte, mal árbitro, noche aciaga. Será mejor no pensarlo. Me alegro de que queden sólo tres días para el siguiente encuentro.