No solíamos decirlo pero, en el fondo, nos molestaba. Las camisetas de otros equipos en el patio del colegio, el compañero de curro que dice que es del Barça porque le gusta el fútbol, el sobrino que elige al Manchester en la Play. Ese tiempo ya ha pasado. Hoy podemos decir sin miedo que tenemos, de nuevo, un Athletic ganador, un equipo de época. Orgulloso, aguerrido, que juega desde atrás con elegancia y cabeza pero no renuncia a la raza que lo caracteriza. Un Athletic que ha superado a uno de los grandes de la Premier jugando mejor 180 minutos.
Ambiente de gala, éxtasis rojiblanco, pasión desmedida. Elijan ustedes. Bilbao volvió a ser una fiesta a la altura de la histórica cita europea. Banderas en los balcones, cánticos en Pozas, bufandas al viento en San Mamés. Recibimiento de lujo para los aficionados británicos tras el recital que ofrecimos en la ida.
Y arrancó el partido. Al cuarto de hora, el Athletic pudo rematar a los diablos rojos. Muniain golpeó el palo -un sobresalto- y entonces De Marcos envió fuera un balón a placer -gritos de desesperación y Bielsa al borde del infarto-. Veinte minutos: tocamos y tocamos. San Mamés sigue entregado a una de las mejores causas de los últimos años. El balón bombeado por Amorebieta llega manso hasta el arma precisa que Llorente atesora en su pie derecho. El balón cruza ante la mirada impotente de De Gea con engañosa facilidad: 1-0. Locura. Más locura.
Pocos minutos después, Giggs remataba de cabeza pero golpeaba en la defensa rojiblanca. Aún no lo sabía o no acababa de entenderlo: en días como hoy es impenetrable. Esa fue la tónica hasta el descanso y tras él. A 40 minutos de hacer historia, Iraola creyó ser Maradona. Lo fue por unos instantes. Regateó a uno, a dos, a tres, hasta el área pequeña, sin despeinarse. Quizá falló. Qué más dará. El baño adquiría proporciones inefables.
Cuando De Marcos marcó el segundo, las cámaras mostraron a Llorente aplaudiendo desde el banquillo. Disfrutando del Athletic, como uno más. Como Bizkaia entera. Como los que se fueron sin marcharse del todo y que ayer estuvieron, a su manera, en San Mamés. Hasta en los confines del mundo gritaron gol. Luego el Manchester marcó el de la honra en una de las pocas ocasiones que tuvo (2-1). No cambió nada. El partido acabó como un sueño exquisito.
Díganselo a los niños de los colegios. Al compañero. Al sobrino. Estamos orgullosos del Athletic y de haber cruzado el desierto junto a nuestro equipo. Somos los mismos que llenamos San Mamés aquella tarde contra el Levante. Los que lloraron en Valencia y pasaron frío en Miranda, los que llenaron las plazas de Manchester. Somos los de siempre. Somos del Athletic. Orain ta beti… ¡Aupa Athletic!