Dos golazos de Llorente bastaron para agriar el aperitivo a los donostiarras. A la hora de los pintxos –sigue sin convencerme-, el delantero de Rincón de Soto dejó dos buenas muestras de su calidad monumental. En el primer gol, con un toque sutil que basta para llevar el balón hasta la red; en el segundo, obviando un difícil control tras un gran pase de Amorebieta y mandando directamente el balón a gol desde una forzada posición. Es un crack, no es nada nuevo. Pero conviene siempre recordarlo y valorarlo.
En Donosti sólo les quedaron dos temas para salvar la comida: una mano clara de Gurpegui en el área rojiblanca y un golazo de Iñigo Martínez desde su campo. Insisto en que es un error de bulto de Iraizoz. Está mal colocado y no le da tiempo a llegar a su larguero para detener un balón que viene desde más de 50 metros. Bien es cierto que, ya con el 1-1 en el marcador, salvaría un remate a bocajarro de Agirretxe con una gran estirada, segundos después de que Griezmann cortara el césped en la base de su palo derecho. Era ese preciso momento en que uno es consciente que el partido puede coger cualquier rumbo. Una por otra.
Voy a evitar los comentarios sobre el desagradable recibimiento que una parte de la afición realista preparó al Athletic. Gritos de ‘A segunda’ en Anoeta. Cada uno conoce su propia historia.
La victoria en el derbi vasco por 1-2 encarrila al equipo de Bielsa rumbo a la tranquilidad. Es la segunda consecutiva y, aunque el juego poco tuvo que ver con el del PSG, nos hace sumar tres puntos que necesitábamos con urgencia. Tenemos 5 de 18 y una derrota habría hecho saltar algunas alarmas. Y ahora llega la visita del Osasuna, un rival propicio para confirmar la mejoría.