Hay días que a uno le da por reinventarse y esas cosas también le pasan al Málaga. Nos recibió así, con un ‘once’ improvisado que hizo los deberes al son de un jeque árabe. En esos casos, urge sobrevivir. Y es a lo que se empeñó el equipo de Caparrós. Pudo ser Apoño, en una ocasión de patio de colegio. Hubo muchas de los locales. Y acabó siendo Demichelis en un saque de córner.
Pero el desierto de diez minutos de espera para el final fue demasiado para este Málaga inexperto -desacostumbrado a jugar juntos- a las órdenes de Pellegrini. Bastó un esfuerzo más y un saque de falta lejano y -también- el desorden en las filas locales para que Javi Martínez lograra el empate sobre la bocina. Empate a uno fuera de casa. Un punto que sabe a gloria y a rutina. Tras el esfuerzo del Barça, a mí me vale. No sé qué pensarán ustedes.