Rodeados de pancartas que denunciaban los impagos baleares, comenzó el choque en el que el Athletic se jugaba Europa a una sola carta. No salió bien la cosa y el billete a la UEFA se aleja. Y hay que admitir que el equipo de Caparrós hizo poco para evitarlo. Hay quien comienza a pensar que la flaqueza en los últimos encuentros tienen un roigen físico. Que el Athletic ha llegado reventado al final de Liga, hablando en plata.
En el partido de ayer -sólo apto para socios y soporífero para aficionados externos- sufrimos varios altibajos bien acusados. Ese par de minutos anteriores al descanso son un buen ejemplo de ello. El gol del Chori Castro fue bien contestado por Llorente, que pudo sorprender a Aouate (ya le había advertido el riojano sobre sus intenciones al inicio del choque, cuando remató con acierto aunque se quedó sin ángulo). El empate, tan rápido y feliz, nos permitió pasar un descanso apacible. Nunes complicó la digestión del bocadillo y Aduriz, con un golazo, acabó de dejarnos un sabor agrio pegado al paladar. Caparrós optó por sacar a Munian y no le importó dejara Gabilondo jugando de lateral. No hubo entonces reacción alguna. Ni siquiera desesperada. Por eso se fue marchando el público del estadio, con la vista más puesta en el lunes que en Europa. Cuando Ramírez Domínguez –tan malo el árbitro como el partido, aunque no influyó en el resultado- puso fin al suplicio, quedábamos pocos en La Catedral y la UEFA, con dos partidos esta semana y una visita al Bernabéu, se nos antojaba más lejana que nunca.