La noticia de que dos aficionados del Athletic han sido agredidos ayer en Bruselas dispara la preocupación de cara al partido que esta noche mide al equipo rojiblanco con el Andrelecht. El modo en que se produjo la agresión denota la premeditación de este tipo de ataques. Los dos hinchas del Athletic, vecinos de Santurtzi y que habían volado en el chárter del club, caminaban junto a dos personas más cuando fueron abordados por un grupo de personas que de manera amistosa les preguntaron por su procedencia. Les agredieron nada más saber que venían de Bilbao.

Hoy, Rafael Iturriaga, viceconsejero de Seguridad del Gobierno vasco, confirmaba a Radio Euskadi que la Policía belga ha decidido ampliar su dispositivo previsto -ya de por sí muy importante- y que protege a estas horas los hoteles donde se albergan la mayoría de los hinchas rojiblancos. La previsión es que los ultras intenten hoy repetir este tipo de agresiones. Los aficionados desplazados desde Bilbao cenaron ayer en su mayoría en los hoteles y se perdieron el tradicional paseo por Bruselas. Es una de las pocas alegrías que aporta seguir a tu equipo hasta esas latitudes: conocer otros países. Los ultras también pueden acabar con eso. La petición de Macua de que no se acudiera al partido de vuelta toma más vigencia que nunca.

En la entrevista antes citada, Iturriaga admitía también que el ataque de ayer estaba organizado. Ahí radica, en mi opinión, la clave de todo. Hasta que no comprendamos que este tipo de agresiones no responden a los desmanes de un grupo de jóvenes ebrios sino que se fraguan en foros en internet y reuniones de grupos de ultraderecha con conexiones en muchos países, estaremos errando el tiro. Es hora de tomar muy en serio a esta lacra social y erradicarla en todos los clubs de Primera. Y es necesario alcanzar acuerdos en los foros internacionales para poner fin a este problema. Si con premura no es así, llegaremos tarde, una vez más.