Se acabó Europa y dejó el peor sabor de boca. La goleada en Bruselas sólo empeoraría si se hubieran registrado incidentes como hemos temido durante todo el día (cuando escribo estas líneas, no tengo noticia de nuevos ataques tras el de ayer, gracias quizá a las numerosas detenciones de ultras). Ese mal cuerpo que nos queda tiene mucho que ver con que la derrota se explica por errores propios más que por aciertos ajenos. Basta echar un vistazo al primer tanto, en el que falla Castillo –más leña para los que creemos que debe jugar Koikili- y también Iraizoz, que ve pasar el balón bajo sus piernas. En el segundo tanto, San José se hace un lío fenomenal, intenta despejar con la pierna contraria y acaba mandándolo a la red.
Sin embargo, he de confesarles que al final de la primera parte yo confiaba en lograr un empate a dos que nos hubiera bastado para superar la eliminatoria. Pero pronto se vio que, si el Athletic no daba una a derechas, además el Anderlecht tenía el día de cara. Los belgas dispusieron de seis ocasiones en todo el partido y con tan poco cimentaron la goleada. El jarro de agua fría de Juhasz nada más comenzar la segunda parte acabó con la moral rojiblanca. Luego, el cuarto gol fue la confirmación del día de fortuna de los belgas. El balón disparado por Legear desde fuera del área se coló por la escuadra. Como saben, el día nos deja fuera de Europa y con Muniaín lesionado (a estas horas se desconoce el alcance, aunque sus gestos no llaman al optimismo). Centrados en la Liga si quieren encontrar algo positivo en esta noche funesta. Eliminados por deméritos propios más que por los aciertos del rival.