Hoy sí. Hoy tengo pocas pegas que ponerle. No sólo al resultado, amplio y generoso 4-1, sino al juego del Athletic. Caparrós –que hoy veía el partido desde la grada como culpable de una inocente expulsión- configuró un centro del campo cimentado en Iturraspe y Gurpegui, con la ayuda de Gabilondo y David López -brillante toda la tarde- por las bandas. Y funcionó. El Athletic fue la antítesis de ese equipo ramplón que se midió al Anderlecht hace unos días. Construyó juego y no renunció al ataque pese a que el choque se le puso pronto de cara. Llorente –desde los temidos once metros- y Toquero dejaron el partido visto para sentencia en 20 minutos. O eso pensaron los rojiblancos, que quitaron el pie del acelerador demasiado pronto. Iraola hizo el tercero y, cinco minutos después, Alfaro puso el 3-1 en el marcador con un golazo. Faltaba el de más bella factura, una de esas locuras improvisadas con que Gabilondo demuestra su templanza. 4-1, para qué más, debieron pensar Etxeberria y Díaz de Cerio antes de perdonar dos buenas ocasiones.
Una mención especial tienen ganada los aficionados tinerfeños desplazados a San Mamés. Tras un viaje largo, y con 4-1 en contra, desplegaron su cariño hacia nuestro club que tuvo, como siempre, la lógica respuesta hospitalaria de nuestra afición. Así da gusto. El intercambio de saludos, gritos de ánimo al rival y el intercambio de bufandas de los más jóvenes son el mejor punto final a una merecida goleada. Así sí.