La crónica de ayer tiene, una vez más, poco de fútbol. Se escribe con palabras gruesas, como bochorno, batalla campal y vergüenza. Sus protagonistas son ultras de una violencia fatalmente global. Se dieron a conocer mucho antes del arranque del partido por las calles de Bilbao, y ya entonces algunos de ellos fueron detenidos. Siguieron con sus ridículas provocaciones durante el choque, con cánticos que demuestran las conexiones de la extrema derecha de geografías tan lejanas entre sí como Bélgica y España. Algunos -me aseguran los que saben-, no vienen de tan lejos como pensamos. Están a menos de tres horas de aquí. Y lograron sus cinco minutos de gloria al término del partido en un lamentable espectáculo que nos abochornó a todos.
El presidente del Athletic, Fernando García Macua, aseguró nada más concluir el choque que la seguridad había fallado. El despliegue de la Ertzaintza, sensiblemente superior al de otras ocasiones -y quizá, pese a ello, insuficiente-, logró contener los primeros conatos de violencia. Tuvieron que emplearse a fondo para detener el lanzamiento de objetos por parte de los belgas a los aficionados de preferencia. Sorprende que se ubique a sus ‘rivales’ más definidos justo encima de los ultras del Anderlecht. Abertzale Sur también debe reflexionar. Si bien, no son en mi opinión los responsables sí se dejaron llevar por las provocaciones de los ultras y participaron muy activamente en el lanzamiento de objetos. Lo mismo sucede con aquellos de Herri Norte que saltaron al campo e incluso con algunos socios de Tribuna Sur Alta que no lograron contener su rabia. Pero ser críticos con nuestra actitud no debe empañar un hecho claro: los responsables primeros de todo lo sucedido ayer son los hinchas belgas. Y, en segundo lugar, quienes no supieron frenar a tiempo aquella espiral de provocación ultra. El resultado, según me cuentan, son dos heridos, uno por cada equipo (¿o debería decir bando? Que fueron prácticamente apaleados en el césped. Y un nuevo espectáculo lamentable en un campo de fútbol.
Mientras, allá a lo lejos, casi olvidado, queda un empate a un tanto que complica el pase de la eliminatoria. Varios errores defensivos de gravedad. Una primera parte en que fue flagrante el bajón físico que padecen los rojiblancos. La habitual reacción del equipo tras el gol de San José. Qué pequeño queda el partido ante esta auténtica enfermedad que padece el fútbol. La violencia global. Uno de los renglones torcidos de la globalización.
(Les sugiero que vean el vídeo y la galería de los incidentes de San Mamés para hacerse una idea)