Poco más de media hora le duró al Werder Bremen un Athletic imberbe, con una media de 22 años, y con una banda izquierda que sumaba 33. En ella jugaba el ídolo local Muniain y debutaba Jon Aurtenetxe. Algunos temían que tanta inexperienca pasara factura pero fue curiosamente en el otro lado del campo, en la banda derecha, donde se fraguó el desastre con un partido de Etxeita para olvidar. Arriba, donde apenas llegaban balones, tampoco pudo demostrar De Cerio lo que esperamos que lleva dentro. El partido, al descanso, estaba más que sentenciado (3-0). El único interés del choque era la disputa por un primer puesto de grupo que quedaba a seis goles. Con un ambiente gélido y un resultado mortal, a muchos se nos atragantó el bocadillo.
Es la primera vez en mi vida que me marcho de San Mamés antes de que acabe un partido. Lo hice mediada la segunda parte, tras ver con el tercer cambio que otra de las posibles noticias del choque -el debut de Ramalho- tendría que esperar. Como supondrán, el motivo no era el mal juego -yo aguanté en mi sitio hasta en la famosa goleada del Barça hace años- sino el insoportable frío reinante. Me sorprendió que a esas horas eran cientos los que estaban tomando el mismo camino. Había poco más que hacer y eso lo sabían tanto el Werder Bremen como el Athletic. Llevaban un buen rato ya pensando en su próximo compromiso.