Actualización a las 20 horas. Ésta es -en la imagen- la reacción de la afición. Menos mal que en un gesto de sensatez y cercanía los jugadores se han bajado del autobús para recibir el apoyo de los nuestros. Lo de las lunas tintadas era la peor opción posible. Así, entre todos, han hecho posible una imagen más propia de la gabarra que de un subcampeonato. Que somos de Bilbao.

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Habrá a quien le parezca bien este gesto tardío de Susaeta -se supone que respaldado por el resto de jugadores- que hoy ha declarado que “no hay nada que celebrar”. A los jugadores del Athletic les resulta “ridículo” lo del autobús descubierto por las calles de Bilbao. Me parece muy bien. Pero estos alardes de dignidad o se hacen antes, o no se hacen. No es de recibo salir a la sala de prensa a buscarle cinco patas al gato a cuatro horas de montarte en el autobús, con el recorrido hecho público y los niños con la camiseta puesta. Yo habría entendido una negativa anterior, comunicada a la directiva oportunamente, por motivos estrictamente deportivos. Se celebra cuando se gana. Amén.

De todos modos, no es la primera vez que Bilbao celebra desaforadamente un subcampeonato. Las mil veces repetidas imágenes del paseo en autobús con Luis Fernández tenían detrás el segundo puesto en Liga y la clasificación para la Champions. Ahora se trata del segundo puesto en Copa y la UEFA. Habrían quedado mejor los jugadores girando el motivo de este homenaje y considerándolo un homenaje suyo al espectáculo ofrecido por la afición estos días. Intentar desactivar la alegría a estas horas sólo deja decepción en la hinchada y una imagen de escasa seriedad.

Si para algo ha servido esta final, habida cuenta del 1-4 cosechado, es para recobrar la especial sintonía de la ciudadanía con sus colores. Y para hacer que los pequeños recuperen la pasión por una camiseta a rojas y blancas. No creo que este gesto contribuya a fundir a quienes más han dado en esta final -la afición- con los que no pudieron hacer más -los jugadores-. La pasión por un club y la alegría general no se activa y se desactiva apretando un botón. Vive de los gestos. Tengámoslo en cuenta.