Si el cronista de L’Equipe que un día aseveró que el Athletic era un caso único en el mundo, hubiera estado hoy en Bilbao, tendría motivos para la satisfacción. Quizá sea la mejor afición del mundo. Hoy hemos dinamitado cualquier comparación. En la carpa de Valencia goleamos en número a los blaugranas (a media mañana todavía no había nadie). En Mestalla tuvimos mayoría absoluta. En San Mamés, hogar de nuestras mejores azañas, repetimos el espectáculo incomparable de un pueblo fundido con unos colores. Hoy, derrotados en el césped por 1-4, me marcho orgulloso a dormir. No somos mejores que ese Barça que rompe récords. Pero tenemos una vieja pócima que aún debe darnos gigantescas satisfacciones. Esa afición que hoy hoy ha ganado la otra final. En cada plaza de Vizcaya y hasta el último rincón de Valencia. En cualquier lugar del mundo vistiendo nuestra camiseta. Orgulloso, como les digo, de la mejor afición del mundo.