Ha cambiado de cara el Osasuna bajo la batuta de Camacho. Estaba casi desahuciado y ahora supera al Athletic en un punto. Los de Caparrós juegan a complicarse la vida: sufren en el campo y hacen sufrir. Hoy toda la culpa no fue suya. La tarjeta roja que le mostró el colegiado a Aitor Ocio resulta inexplicable. Es cierto que el central sacude a destiempo a su pareja de baile. Lo hace por detrás, alegarán los defensores del colegiado. No es una entrada de roja y menos allá, junto a la cal que delimita la banda.
La jugada -o, mejor, la decisión arbitral- condiciona el resto de el partido. El Athletic pierde al autor del empate y el temor se apodera del equipo. Comienzan las cábalas inoportunas y los nervios desarman a los rojiblancos. Es cuestión de tiempo que marque el Osasuna. Y lo hace cuando más duele, a falta de diez minutos. Es una jugada a balón parado y se hace notar la inferioridad numérica. Osasuna está de suerte. Su primer gol es muestra de ello. El balón le cae a Masoud en el borde del área pequeña, impacta en su pierna y queda muerto: perfecto para abrir el marcador. Pamplona tiene motivos para la alegría y Bilbao comienza a verse atrapado en la ciclotimia. Alterna la euforia por la Copa con la desazón por la Liga.