Era un trámite. Sí. Uno de esos encuentros en que uno no sabe muy bien qué esperar del Athletic. Era el aperitivo de la Copa y parecía amargo tras el gol en los primeros minutos del Málaga. ¿Salimos algo desconcentrados últimamente? Nadie dará vueltas a esa pregunta porque el Athletic no ha perdido su capacidad goleadora.
La fiesta que se vivió ayer en San Mamés refleja que nadie pensaba en la Liga. Fue un auténtico homenaje para los rojiblancos por haberse encaramado a las semifinales. Y disfrutamos más allá de lo razonable incluso. Fue Yeste el encargado de lograr el empate a un gol en los minutos mágicos que preceden al descanso. El de Basauri hizo un gran partido, como si quisiera dejar zanjado el frustrado interés de Valverde por hacerse con sus servicios. Volvió a no estar a la altura necesaria Gaizka Toquero, a pesar de firmar el centro que cabeceó a la red Susaeta. El 3-2 que desató el delirio.
Se marcha el Athletic muy crecido. Va a Sevilla confiado en que sabe jugar, aguantar la presión, remontar incluso. Son buenos mimbres. La final que da paso a la final está a tres días. Me muero de ganas. Ojalá que el gran esfuerzo de ayer no nos pase factura.