Lástima, ¿verdad? Qué mala leche se nos queda cuando un error puntual cuesta tan caro. Sigo defendiendo que Iraizoz es el portero titular de este Athletic. Dudé incluso, en un principio, de que no fueran parte de la mera estadística su titubeante inicio de temporada -unos cuantos balones que no debieron acabar en la red-. El rumor de que este portero no era el del año pasado comenzó a pasarle facura y llegaron las dudas en las salidas, los flojos saques de puerta y los nervios en jugadas concretas. No tiene otra explicación que no pudiera atajar ese centro a falta de diez minutos, que ni siquiera parecía ir a puerta. No acertó a despejar ni a blocar el balón. Lo empujó levemente con ambas manos hacia arriba y se lo tragó por la escuadra. Qué mazazo.

Hasta entonces el Racing le había puesto ganas pero no amenazaba realmente la meta rojiblanca. Todo se había complicado, de un modo absurdo, en un patadón de Orbaiz que le costó la roja. El Athletic se quedaba con diez por un fallo de párvulos. Aún así, el equipo mantuvo la consistencia. Iraola se deshizo de la zaga con un recorte estupendo y pudo marcar. Más clara fue la de Amorebieta ya en el descuento, que todavía se pregunta si pitaron fuera de juego y cómo pudo fallar ese cabezazo final.

Todos eramos conscientes del valor de los tres puntos. Al final, pagada la factura de los dos puntos, se quedó en uno. Dicen que puntuar siempre es bueno. Pero eso no nos quita esta cara de mala leche.