Acabó el partido con victoria y mal sabor de boca. Lo deja la imagen de escasa confianza mostrada por el Athletic. Y también, a qué negarlo, la lamentable estampa ofrecida por unos pocos que intentaron sabotear un breve minuto de silencio. Aún así, en mi opinión, hay que felicitar a la directiva por su valentía. Pero apena la insensibilidad con mayúscula.
En lo deportivo, un genial Gabilondo puso primero las cosas de cara y acabó por sentenciar el partido él mismo en la segunda parte. Con un jugador menos y dos goles de ventaja, el Athletic se mostró incapaz de mostrarse superior y pareció agradecer el pitido final. Armando demostró que gana enteros bajo los palos. Lo relevante es que en casa quedan los tres puntos, que valen más todavía por los resultados cosechados por los rivales. El Athletic coge aire tras un partido en que no ofreció su mejor imagen. Ni siquiera, tras el pitido inicial.