La visita del Barcelona a San Mamés se salda con un punto que nos aleja del descenso e insufla optimismo tras la derrota copera. La segunda parte jugada ayer por el Athletic y el ambiente vivido tras el gol puede dar alas a un equipo que dudaba entre seguir luchando o dejarse llevar por la inercia de una marea negativa en la que nos zambullimos hace dos años. Sigo creyendo que el Athletic 2007/08 se decidirá este jueves ante el Racing. Si sigue adelante en la Copa, Vizcaya se sumará, como suele al mínimo motivo, a la oleada del optimismo. Si cae eliminado –y sobretodo, lo hace dejando una mala imagen- más de uno comenzará a pedir cuentas al proyecto de Caparrós. Así somos y así es el fútbol. Un juego de blancos y negros, sin profusión de grises en medio.
Ayer, la punta de la bota de Llorente desató el entusiasmo. La imagen de la televisión pone ese balón en el pie de Thuram pero es cuestión de milímetros. Es uno de esos goles que se deberían adjudicar siempre al delantero que los fuerza. Hasta ese momento, el Athletic había logrado no ceder a la presión algo descafeinada de los blaugranas. Lo hizo bien en defensa y en la media destacó Javi Martínez. Arriba, la ocasión que Aduriz mandó por encima de la meta de Valdés nos había recordado la penitencia que venimos sufriendo. Incluso, un canterano, Bojan, nos provocaba la envidia inevitable con quien se ha hecho amigo del gol tan fácilmente y con ambas piernas.
Logrado el empate, el Athletic se lanzó al abordaje. Hizo recordar la estampa habitual de coraje con la que firmaba antaño, especialmente en San Mamés. Con esas mimbres, da por mirar a la semana que comienza con un punto de optimismo.